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RESURRECCIO DEL DIARIO

43'7

de la época, el

Soneto

que aquél escribió al

tener noticia de la desgraciada muerte del

Carmelita-Trinitario, y nos conservó Be–

negasi y Luján en su

Fama

Postlmma del

Rmo. P.

Fr. Yuan

de

la

Co11cepcio11

(pág. 62*).-Añádase también que en la pun–

tualísima lista, y muy

al

por menor, que de

las obras impresas de Fr. Juan se nos da

en esta

Fama Posthuma

(págs. 55-65), no

se menciona la

Resttrrecciou del Dian'o:

señal inequívoca y evidente de que no es

suya; cuando quiera que, á serlo, y aun á

sólo sospechar Benegasi que lo fuera, no

dejara de mencionarla y hasta de encu m–

brarla tal vez, y con razón, sobre las de–

más obras de su difunto amigo y protector.

Aüádase, por fin, que el primero que hubo

de atribuírsela, y de quien parece haber

corrido la noticia, sin controversia

1

pero

también sin el debido examen, hasta nos–

otros, fue Álvarez y Baena (m, ·309), escri –

tor demasiadamente propenso, como es cosa

notoria, á aumentar el número y las obras

de los «Hijos de Madrid».

Pero volvamos

á

nuestro «Expulso».

¿Quién será ese infeliz <<sin honra, sin abrigo,

roto, y arrojado de una Compaüia tan Sa–

grada, como la de Jesus»,

á

quien tan dura–

m_ente castiga el Dr. Torres? No otro, de se–

gu ro, sino el maleante Bernardo Ibáñez de

Echavarri, de quien hicimos ya mención,

nada honorífica, en verdad, á los núms.

l

199

1

3377

1

etc.-Éste, que, durante su permanen–

cia en el Colegio de Salamanca, había teni–

do ya algunas agarradas y trabacuentas con

el picaresco Doctor de

Pronósticos

y

Al–

manaques,

fué expulsado de la Compaliía

por los aüos de r745 y anduvo por algún

tiempo acudiendo al hambre con la pluma,

hasta que por sus reiteradas instancias y

señales, al parecer, de verdadero arrepenti–

miento, volvió á ser admitido en ella el 1752

para las Indias, donde hubo que expulsarle

de nuevo por díscolo

é

incorregible. No

h allamos á mediados del siglo xvm ningún

otro expulso de la Compañía, á quien pueda

aludir el Dr. Torres.

Pero, aun sin eso, que.fuera él justamente

á

q uien aludía, dedúcese con toda evidencia

de un párrafo muy curioso de M.uñoz y Ro·

mero, del que es bien ·extraño que no se

aprovecharan nuestros críticos. Describien–

do el erudito bibliógrafo la

.E:{útoha de San

Prudenci·o,

publicada con nombre del

Lic. D. Bernardo Ibáñez de Echavarri, dice

lo siguiente:

~El

autor perteneció á la Com–

pañía de Jesus, de la cual fué expulsado

por sus travesuras; por esto le llamaba

D. Diego de Torres expulso de la compañía

de Dios y admitido en la del diablo, segun

refiere el Sr. Floranes, en la extensa carta

que escribió al maestro Risco con motivo

de esta historia, su fecha en Valladolid, á

31 de diciembre de 1780» (pág. 4

1

núm. 4).

Floranes estaba muy enterado de la vida y

aventuras de Ibái'lez de Echavarri; y lo que

recuerda de lo dicho por el Dr. Torres,

está tomado, del título que avisaba éste en

su

Carta

de

20

de Noviembre de 1748,

que debía ponerse

á

las

Ob1·as

del «Ex–

pulso».

Consecuencia de todo lo discurrido: que

el verdadero y legítimo autor de la

R esur–

rección del Dian·I)

no fué el P. José Fran–

cisco de I la ni tampoco Fr. Juan de la CoQ–

cepcicn, siho el entonces D. Bernardo Ibá–

ñez de Echavarri.

Pero vemos que aquí se nos pueden opq–

ner dos dificultades. La primera: cómo,

siendo obra de un expulso

<~sin

honra, s·in

abrigo» y todo lo demás que nos contaba

el Dr. Torres, lleva, sin embargo, al frente

una «Aprobacion, Censura,

o

Revision.» no

poco laudatoria, del « Rmo. P. M. Ped-ro

Fresneda, de la Compañia de-Jesus». La

segunda: cómo es posible que, siendo de

quien decimos, el hombre de quien más de–

licados

y

repetidos elog.ios se hacen en ella

(págs.

I ,

29, 48, etc.), sea precisamente el

P. Luis de Lossada, también de la Compa–

ñía, y uno de los que peor concepto se ha–

bían formado del espíritu y d_octrina de

aquel roedor de vidas ajenas.

Respóndese

á

la primera dificultad con

advertir que, según todas las señales,

~l

P. Fresneda ignoraba .cóya fuese la obr:a

que

~e

le enviaba á censurar por «orden del

Consejo»; y que, aun supuestQ que lo su–

piera, no podía excusarse honradamente .de

dar su dictamen con toda imparcialidad .y

llaneza, al modo que algunO!l 'é\fios adelante

h ubieron de darlo tameién los PP. Agustín