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MEMORIAS PARA LA VIDA

341

tra asimismo no muy moderna , donde se

lee sin ni nguna tacha ni borrad ura: « oti–

cias para la Vida del S.

10

Rey D.° F ernan–

do, divididas en 32 cap.• Original de un

P . Jesuita conventual en Sevilla

a

fines del

siglo 17». E stas que se llaman

lloticias

en

el índice ocupan las primeras 204 hojas del

texto, sin ningún título, pero con una nota

marg inal , bastante reciente, que dice así á

la letra: «Dio á lud esta obra D. Miguel Ma·

nuel R odríguez. impresa por Ybarra año

1800.-Madríd ». -En efecto, las

ll'ofiet"as

form an la primera parte (págs. 1-160) de

las

M emorias

que imprimió Manuel R odrí–

g uez con tales cambios que están muy lejos

de comprobar el «religioso cuidado» de q ue·

se nos habla en el

Prólogo.

El autor de las

otidas

escribió, ó pro–

metió escribir cuando menos, do partes:

cen la primera [de las cuale , d ice

J

se di bu·

jara al Santo como Heroe gloriosissirno en

sus empresas; en la segunda como an to

perfectissimo en sus obras» (hoj. 3 del Ms. ;

pág. 3 del impr.). o aparece, sin embargo,

Ja segunda en el códice, aunque si una« di–

cion á las Noticias del R ey Don Fernando

el Santo» (hojs. 210-22+); por lo queso pe–

chamos que la que se imprimió como tal en

las

111emori'as

(págs. I61-226) es una verda–

dera superchería, cuyo atolondrado autor

no reparó ni aun en los anacronismos que

notamos al hablar de Mni'loz y Romero.

Es verdad que empieza con esta pala–

bras: «He procurado en la primera parte

dibuxar la

vid~del

sef1or rey don Fernando

el santo....» (pág. 163)¡ pero sólo vemo en

ellas el principio de una confusión y ar–

bitrariedad que se iba á llevar al extremo

en la tercera. «Concluido ya en las dos par·

tes precedentes lo que ofrecí acerca de la

vida y virtudes del santo Rey, iremos ahora

insertando varios de los documentos relati–

vos á los puntos que se han tocado ....»

(pág. 229).-Pues, y ¿la

Nota

que arriba

transcribimos con el a viso de que esta ter–

cera parte es arreglo propio del que sucedió

en la edición á Manuel Rodríguez, y no

trabajo original del autor de las

Noticias?

P ero salgamos ya de este atolladero de

embustes,

y

pasemos á exami nar la primera,

que es la única , según decíamos, que

exi.te

en el códice mad rileño,

y

la única también

cuyo autor merece ser averiguado.

Y, por lo pronto, que no pueda serlo el

P. Burriel, á quien se ha querido prohijar

por razón de su estilo, sin advertir que éste,

ni más ni menos que su crítica, está indi·

cando claramente lo contrario, pruébase

por algunas cláusulas tan conel uyentes y

ejecutiva como estas dos por ejemplo, con

que tropezamos ya en el primer capítulo:

«Quatro solos Monarchas se hallan en los

cathalogos de los Reyes de España con

nombre de Fernandos; todos quatro glorio–

sos Triumphadores, zelosos de la Re!."....»

(hoj. 4 del Ms.:

cfr.

págs. 3-4 del impr.).–

«Quiza como ya no ay [en España] Mo–

risma de que triumphar no ha avido mas

R eyes que se llamen Fernando

»

(hoj.

5

del

Ms.:

cfr.

pág.

5

del impr.).-Prescíndamos

de la omisión de Fernando

IV

en la lista de

los Reyes de E paña, y del tránsito que á

ella se sigue, del Santo Rey al Católico:

tránsito y omisión verdaderamente incon–

cebibles en un hombre tan puntual como el

P . Burriel, y justamente subsanados por el

editor, de paso que convertía en «cinco» los

dos

«

quatro » del original.-Mas, aun pres–

cindiendo de tan enorme de líz, propio de

una época distante ya de los R eyes Fernan–

dos, ¿es po ible q\1e el P . Burriel dejase de

contar entre los de este nombre en Espafía

á su gran favorecedor y casi amigo F r–

nando

VI,

bi n escribiera en vida suya, ó

bien á raíz de u muen e?-Engañó e, pue ,

Manuel Rodríguez y engalió miserable–

mente á sus

1

ctore al vend rles por del

P . Burriel unas

,1Jemorias

que debi ra cons–

tarle que de ningún modo podían ser del

in igne registrador de nuestros archivos.

Que tampoco es original de D. Juan Lu–

cas Cortés el códice de Madrid, ni aun co–

pia siquiera de ningún escrito suyo, prué–

balo con toda evidencia el iguiente párrafo,

que leemos en su última plana, y que, sin

los necios truncamientos del ditor, dice

a í:

<<....

aq ui ha de perdonar quien lee

a

una santa vanagloria, y una satisfaccion

propia que lo es de todos los Jesuitas, el

que fuese uno de la Comp.ª quien tanto

consiguiesse en este expediente [de la ex–

tensión del culto de San Fernando], y que