MEMORIAS PARA LA VIDA
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tra asimismo no muy moderna , donde se
lee sin ni nguna tacha ni borrad ura: « oti–
cias para la Vida del S.
10
Rey D.° F ernan–
do, divididas en 32 cap.• Original de un
P . Jesuita conventual en Sevilla
a
fines del
siglo 17». E stas que se llaman
lloticias
en
el índice ocupan las primeras 204 hojas del
texto, sin ningún título, pero con una nota
marg inal , bastante reciente, que dice así á
la letra: «Dio á lud esta obra D. Miguel Ma·
nuel R odríguez. impresa por Ybarra año
1800.-Madríd ». -En efecto, las
ll'ofiet"as
form an la primera parte (págs. 1-160) de
las
M emorias
que imprimió Manuel R odrí–
g uez con tales cambios que están muy lejos
de comprobar el «religioso cuidado» de q ue·
se nos habla en el
Prólogo.
El autor de las
otidas
escribió, ó pro–
metió escribir cuando menos, do partes:
cen la primera [de las cuale , d ice
J
se di bu·
jara al Santo como Heroe gloriosissirno en
sus empresas; en la segunda como an to
perfectissimo en sus obras» (hoj. 3 del Ms. ;
pág. 3 del impr.). o aparece, sin embargo,
Ja segunda en el códice, aunque si una« di–
cion á las Noticias del R ey Don Fernando
el Santo» (hojs. 210-22+); por lo queso pe–
chamos que la que se imprimió como tal en
las
111emori'as
(págs. I61-226) es una verda–
dera superchería, cuyo atolondrado autor
no reparó ni aun en los anacronismos que
notamos al hablar de Mni'loz y Romero.
Es verdad que empieza con esta pala–
bras: «He procurado en la primera parte
dibuxar la
vid~del
sef1or rey don Fernando
el santo....» (pág. 163)¡ pero sólo vemo en
ellas el principio de una confusión y ar–
bitrariedad que se iba á llevar al extremo
en la tercera. «Concluido ya en las dos par·
tes precedentes lo que ofrecí acerca de la
vida y virtudes del santo Rey, iremos ahora
insertando varios de los documentos relati–
vos á los puntos que se han tocado ....»
(pág. 229).-Pues, y ¿la
Nota
que arriba
transcribimos con el a viso de que esta ter–
cera parte es arreglo propio del que sucedió
en la edición á Manuel Rodríguez, y no
trabajo original del autor de las
Noticias?
P ero salgamos ya de este atolladero de
embustes,
y
pasemos á exami nar la primera,
que es la única , según decíamos, que
exi.teen el códice mad rileño,
y
la única también
cuyo autor merece ser averiguado.
Y, por lo pronto, que no pueda serlo el
P. Burriel, á quien se ha querido prohijar
por razón de su estilo, sin advertir que éste,
ni más ni menos que su crítica, está indi·
cando claramente lo contrario, pruébase
por algunas cláusulas tan conel uyentes y
ejecutiva como estas dos por ejemplo, con
que tropezamos ya en el primer capítulo:
«Quatro solos Monarchas se hallan en los
cathalogos de los Reyes de España con
nombre de Fernandos; todos quatro glorio–
sos Triumphadores, zelosos de la Re!."....»
(hoj. 4 del Ms.:
cfr.
págs. 3-4 del impr.).–
«Quiza como ya no ay [en España] Mo–
risma de que triumphar no ha avido mas
R eyes que se llamen Fernando
»
(hoj.
5
del
Ms.:
cfr.
pág.
5
del impr.).-Prescíndamos
de la omisión de Fernando
IV
en la lista de
los Reyes de E paña, y del tránsito que á
ella se sigue, del Santo Rey al Católico:
tránsito y omisión verdaderamente incon–
cebibles en un hombre tan puntual como el
P . Burriel, y justamente subsanados por el
editor, de paso que convertía en «cinco» los
dos
«
quatro » del original.-Mas, aun pres–
cindiendo de tan enorme de líz, propio de
una época distante ya de los R eyes Fernan–
dos, ¿es po ible q\1e el P . Burriel dejase de
contar entre los de este nombre en Espafía
á su gran favorecedor y casi amigo F r–
nando
VI,
bi n escribiera en vida suya, ó
bien á raíz de u muen e?-Engañó e, pue ,
Manuel Rodríguez y engalió miserable–
mente á sus
1
ctore al vend rles por del
P . Burriel unas
,1Jemorias
que debi ra cons–
tarle que de ningún modo podían ser del
in igne registrador de nuestros archivos.
Que tampoco es original de D. Juan Lu–
cas Cortés el códice de Madrid, ni aun co–
pia siquiera de ningún escrito suyo, prué–
balo con toda evidencia el iguiente párrafo,
que leemos en su última plana, y que, sin
los necios truncamientos del ditor, dice
a í:
<<....
aq ui ha de perdonar quien lee
a
una santa vanagloria, y una satisfaccion
propia que lo es de todos los Jesuitas, el
que fuese uno de la Comp.ª quien tanto
consiguiesse en este expediente [de la ex–
tensión del culto de San Fernando], y que