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LOS COMENTARIOS
1865.-Dos tomos en 8.
0
,
de ps. Lxx-314,
vr-286 (s. 2 hs. p. n.).
III. Los Comentarios de Cayo Julio
César traducidos por D. José Goya y
Muniain Nueva edicion que comprende
los libros escritos por Hircio y traduci–
dos por D. Manuel Balbuena [ Tomo
I–
_Tomo II] Madrid Luis Navarro, editor
Colegiata, núm. 6 1882.-Dos t9mos
en 8.
0
,
de ps. Lxvm-273 (s. 1 h. p. n.),
331 (s. 1 h. p. n.).
T.
EL
P.
JOSÉ MIGUEL
PETISCO.
«Las Comentarios de Cayo JuHo Cesa1·
traducidos:
t. rr. in 4. Matriti ex typographia
Regia per Petrum J ulianum Pereyra 1798.
Haec Commentariorum Julii Caesaris inter–
pretatio hispanica nomen praefert non Pe–
tisci, sed cujusdam Presbyteri», dice Caba–
llero (r, 223), á quien quiso seguir Backer,
aunque le entendió mal, cuando á la última
parte de su cláusula <lió el sentido ó versión
de que «sur le titre on ne lit pas le nom de
Petisco, mais simplement ''traduit par un
pretre''» (n, 1912).
Más exacto, y juntamente más explícitp,
está Sommervogel al intitular la obra mis–
ma : «Los Comentarios de Cayo Julio Cesar·
traducidos por D. Joseph Goya y Muniain
Presbitero. Madrid, Imprenta Real, 1798.
4.º 2 vol.» (D., r4I¡ B., vr, 621), si bien con
sefüiles de no haberla visto.
El P. Luengo, que la vió, habla dos ve·
ces de ella; y, por más que parezcan algo
largos sus testimonios, no dudamos de co·
piarlos á la letra en gracia de la veracidad
histórica y la propiedad literaria en un caso
tan excepcional como el presente.
Dice, pues, el primero:-«El P.• Joseph
Petisco traduxo en Bolonia los Comenta·
rios de Julio O::sar ; y habiendo llegado una
copia de la traduccion , que inocentemente
y sin preveer sus resultas dexaria hacer el
Author, a las manos de D.n Joseph de Go–
ya...., la dio a luz en Madrid con su nombre
proprio, y dedicandola al Rey,
y
consiguio
una pingue pension .... La dicha impresion
se hizo sin consentimiento, y aun sin noti-
cia del verdadero traductor de la obra de
Cesar; lo que no se puede menos de llamar ·
villania y latrocinio; y dudo mucho, que el
Señor Auditor haya dado un buen socorro
para lograr algun alivio en sus necesidades,
al pobre au'thor de la obra.... No ha parado
aqui la astucia, y malignidad de los que
han andado en este· negocio,
y
ha _llegado
hasta apoderarse con engaño, y disimulo
del original del Author, y echarle al fuego;
para que no haya este documento authen–
tico, con que demostrar el plagio y latroci–
nio vergonzoso del Señor Auditor Goya»
(Diariºo,
A. 1798, págs. 307-8).
Así escribía el P. Luengo al tener noti–
cia de la impresión de
Los Coinentari'os,
y
á tiempo en que se figuraba no haber difi–
cultad en hablar claro. Al tenerla de la
muerte de su autor y formar su acostum·
brado elogio, dos años después, cuando
tanta claridad
p~diera
serle muy nociva,
repetía lo siguiente en honor de su amigo
y compañero: - «Trabaxó mui en secreto la
traduccion de la lengua latina a la Española
de un Author clasico del siglo de oro, y
despues con nombre de un sugeto, que está
en puesto distinguido, se dio a luz sin no–
ticia, ni consentimiento del Author, al que
se le arrebató el original, plra que nunca
se pueda hacer ver, que no es author de la
Traduccion el que pone su nombre en ella,
sino este P.e Joseph Petisco de la Provincia
de Castilla. No pongo aqui el titulo de la
obra, el nombre del que se pone a su fren–
te, y de alguna otra persona, que con mali–
cia, o sin ella ha entrado en esta vilisima, e
injustísima rapiña literaria, aunque lo sé
toJo; porque puede venir este mi escrito en
manos de algun imprudente, que haga pu·
blica esta vergonzosa historia, viviendo to–
davía los authores de ella; pues no son vie–
jos, y pueden vivir muchos años» (A. 1800,
pág. 26-7).
No tenemos empeño ninguno en sacará
la vergüenza el nombre del famoso Auditor
D. José Goya y Muniain. Sin embargo,
como una acusación tan grave como la del
P. Luengo parece exigir alguna prueba más
que la de su palabra, aunque tan fidedigna,
dado que
á
él se le pudiera considerar como
parte interesada en este pleito, como tam-