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RESPVESTA DEL SERENISSii\10

143

se lec el siguiente párrafo, en que se dice de

él: «En el obispo de Troya, auxiliar de Ma–

nila, encontró el grande cargo de haber de–

fendido intrépidamente la inmunidad ecle–

siástica contra las exorbitancias que, con el

consejo de unos de su familia, ejecutó el

gobernador Corcuera....

»

(n, 596).

Sin embargo, el autor de 11}

Respvesta

no

es el P. Cortés Ossorio, como se coligé de

las siguientes cláusulas que tomamos de su

Confenmcia cvn"osa

(descr. al núm. 444, y

copiada, en parte de lo que sigue, al

13

I

7).

«Amigo mio [dice en ella uno de los inter–

locutores].... tenga entendido V. m. que se

le atribuye [al P. Cortés Ossorio

J

el papel,

que se publico primero, con titulo de

Carta

del Preste Iuau....

Tengan, setiores, dixo vn

Academice, que son Vs. ms. poco Críticos,

pues no saben distinguir las plumas, y los

estilos: Son los escritos, como las pinturas,

y los entendidos, por la moda de las obras,

distinguen luego la mano. Yo tengo obli–

gacion

a

reconocer sus obras, porque pro–

fess~

no poco tiempo el ser Di cipulo suyo,

y siempre procure aprender los primores

de eloquencia, que se observan, ya en los

papeles que se le atribuyen, y ya en los que

se ven impressos con su nombre¡ y aunque

en todos muestra la singular erudicion de

su estudio, y la ayrosa valentia de su inge–

nio, todos convienen (si bien

~1

lo contra–

dice) en que en las Apologías se excede

mucho

a

si mismo. Yo protesto delante de

Dios, que no he acabado de leer esse papel,

porque aviendo

empe~;ado

con la golosina

de esta presumpcion, reconoclluego, que le

falta va el caracter de los dem¡'¡s,

«Y porque les sirvan

a

Vs. ms. de dócu–

mentos, oigan las reglas que he observado

en todos sus defensorios. La primera, es vná

variedad divertida, con amenidad tan gus–

tosa' que combida

a

leer, por el saynete de

la recreacion

¡

y a buen seguro, que si yo

pudiera imitarle, no se huviera quedado

tanto tieFnpo esse papel, sin respuesta com–

petente. O quan de otra suerte huviera él

manejado la idea de la Carta del Preste

luan, jugando de las curiosas Í10ticias, que

sin duda tendra de aquel Imperio!....

«La segunda regla, es vna destreza admi–

rable, con que mi Maestro haze bien quisto

todo lo que escrive

¡

porque prescinde con

gran sutileza, la inocencia de la culpa. En

quantos papeles se le pueden achacar con

fundamento, nunca tira a bulto, s_ino que de

tal suerte separa al culpado, que contra

~1

solo toma la contienda. No se vera escrito

suyo, que no sea exprimido, y sonsacado por

fuer¡,;a de la enfadosa, y violenta importu–

nidad de vna injusta provocacion; ni en

~1

se notara clausula que excediendo de la pre–

cisa defensa, ofenda el honor de alguno, que

no sea invasor; ni que trate con menos res–

peto a los que estan constituidos en Digni–

dad. Tanto dista de blasfemar de ninguna

Familia Sagrada, que en todos los papeles

que le prohijan, se esmera en elogios de la

Religion, contra quien otro, en semejante

.lance, prorrumpiera en muy amargas, y

desabridas quexas. Si la Carta de!" Preste

luan se ciñera en estos terminas, pudiera

parecer suya, ya que no en la propriedad,

a

lo menos en la imitacion. Mas si toca en

otros puntos, que son del cuerpo de todos,

y no del particular, no crean Vs. ms. que

essa es flecha de su aljava.... No por esto

pretendo culpar al señor Preste Iuanista,

sino advertir el opuesto dictamen, y el di–

verso estilo. Porque bien mirado tiene mu–

cha escusa el Autor de aquella carta, atento

a que es muy supersticiosa observancia la

de vn desafiado Don Quixote, que sale

a

defenderse solamente con espada, quando

otros le acometen con carabinas. En seme–

jantes lances no ay armas vedadas para el

que se defiende.... No obstante, creo sin

duda, que no vsara de todo el derecho, que

le da el agravio, sino huviera experimen–

tado que le avia salido inutilla templan¡;a,

modestia, y cortesanía con que procedib vn

papel intitulado:

Satisfaccz"ou ajustada,

que

tiene rasgos de la misma pluma ; y debiera

aver hecho mucha

fuer~,;a

....

«La tercera regla, es el moderar la de–

fensa, con tal arte, que solo tache al acu sa–

dor en el mismo Tribunal, donde impuso

la calumnia ; poniendole al mal testigo las

excepciones, y los defectos, que desautori–

cen su falsedad , para repelerfa, sin esten–

derse allinage, sino es en lo que otros han

publicado primero, ni assegurar por cierto

cosa dudosa , ni manifestar al mundo falta