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PREIII TORIA Erl'ATORIA.':\

En la sierra, tampoco e co nfunden e a do civiliza–

ciones. -

Conocemos muy poco la provincia de Loja, y

en su territorio no se han practicado todavía in e Li aa–

cione

arqueológicas; pero es indudabl e que

e encon–

trarán ahí obras perten ecientes á la raza indígena, y á la

quichua. D e todas las provincias del

cuado r, la de Loja

fu é donde duró por más largo ti mpo la influ encia de la

cultura in cásica.

La provin cia de Cuenca, desde el nudo de

·araguro

al Sur hasta el nudo del

zuay al

orle, presenta resto

evidentes de entrambas civiliza ione · : un arqueólogo

ejercitado di tin gui rá fácilmente la un a de la otra

n los

productos, que de ellas se encuentran n toda aquella dila–

tada comarca.

La dominación de los In cas no ·e estable–

ció tranquil ame nte n aquellas provincia : lo abo ríge nes

lucharon l or su in depe nd encia, y el triunfo de lo

in cas

se debió á tratado y

á

avenimiento más bien que á la

fortuna de las armas.

Las dos civili zacione no llegaron

á confundir e, y perma necieron con su

caractere

pro–

pios, por los cuales se la puede di tinguir si n dificultad.

En la provincia del

zuay encontramo

la primera

colonia de Mitimaes tr;lída por los Incas al territorio del

Ecuador:

la

mandó

en ir el I nea Túpac- Yupanqui, y la

estableció en el valle de Chuquipata,

n el sitio denom i–

nado Cojitambo; pero no se sabe de qué punto de l Perú

fu é traída.

Por lo que hace á las pro incia - del centro en la

alti plani cie interandina, ya hemos dicho, que la dominación

de los In cas

e estableció por la fuerza y duró solamente

sesenta años, poco más ó menos, de de el triunfo de

Túpac- Yupanqui sobre el régu lo de Quito, hasta la lle–

gada de l conqui tador Benalcázar.

sí,

tambi én en las

provincias del centro hay dos civilizaciones, que so n la

incásica y la de los aborí genes, y conviene di stin g uirlas

con cuidado: solemos llamar, ordinariamente, obra de

los In cas á todo lo que ha sido hecho por los antiguo

indígenas, pero el arqueólogo no se ha de dejar engañar

por esa manera. de hablar, tan absoluta y tan general,

y

en los restos de la antigüedad que se le presen tare n di tin–

guirá siempre las obras incásicas, de los restos de la cul–

tura primiti a de los aborí genes de cada provincia.

La provincias del

orte de Ja República reciuieron

tarde la influencia incá ica, la cual no ll egó nunca á trans–

formar los usos, las costumbres y el modo de ser de sus

primitivos pobladores: podemos, pue , asegu rar, si n temor

de equivocarnos. que en el

archi y en I mbabura

y

en el

valle de

ayambi, la cultura de lo aborígenes se conservó