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En América no se encuentra n e a épocas progre–
sivas, en que la Prehi toria sistemáti ca ha dividido capri–
chosamente la marcha de la civilización : el empleo de
los metal es y el uso ele la piedra son
imultáneos: una
alfarería tosca y sin colores se encu entra junto con in stru–
mentos de cobre muy di estramente templado : la época
ava nzada del hierro no ha existido en méri ca, y, en vez
de la época del hierro, se observa la elaboración del cobre,
conocido y explotado y
util~zad o
por los aborí g ne
de
América, co n tanta destreza, que suplía la falta del hi erro.–
En lo que ahora es Repúbli ca del Ecuad or,
'ste e
un
hecho evidente.
o conviene nun ca presentar la·- mera
co nj etura
como verdades históricas demostradas, ni co nfundir la
simple probabilid ad con la certidumbre: de no haber
observado esta regla tan obvia ele crítica hi tórica, han
nacido no pocos errores, que, por desgracia, han llegado
á ser punto menos que clesarraigables: ta n hondas son
las raíce ,. que el error ha echado en el campo
agrado
de la historia
!
Cuando se pre enta una conj etura, es nece ario adu–
cir con clari dad las pru ebas en que ell a se apoya, pue
una conj etura será tanto más aceptable, cuanto fu eren más
sólidas las razones en que ·e apoyare. -
Las opiniones
caprichosas, enteramente destituídas de fund amentos razo–
na bles, no deben aceptarse jamás en las investi gacione.
arqueológ icas.
T ampoco se han de aceptar las tradiciones de los
indígenas, porque siempre carecen de ve rd ad hi stórica :
hay ordinariamente en los indígenas una ig norancia abso–
luta ace rca de los acontecimientos antig uos de las ge ntes
de su propi a raza; y, si algo saben, es poco, y eso poco,
mezclado siempre con cuentos y con co nsejas inverosí–
miles ; y en todas sus tradiciones tienden á lo maravilloso,
por esa irresisti ble propensión de lo
indígenas
á
la su–
perstición. -
La tradición oral en el Ecuador e
testi go
mudo, y para los estudios arqueológicos, no existe: en
otras partes, como en Méjico, acaso podrá servir de fu ente
histórica, empleándola con suma cautela.
La tradició n oral debió ser consultada en el momento
mi mo de la conquista ó inmediatamente después: al
presente, podemos asegu rar que esa fuen te histórica es
entre toda
las fuente
his tóricas Ja menos egura, la más
falta de autoridad. -
En cuanto al Ecuador, en la época
de la conquista, esa fue nte histórica no
fué
co nsultada;
más tarde, Cabello Balboa
y
Montesinos la consultaron ;
pero, como ambo e critores eran apasionados, hicieron