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CONDE DE SALVATIERRA.

\

teni an que hi lar

6

tejer el algodon recibido co1no

tarea comun,

y

á

falta ele otras ocupaciones to–

maban parte en las labores n1as ligeras del campo .

Se contraían los matr imon ios en la prin1era ju–

v~ntud

para precaver el libertinage, que el tem–

peramento de los guarani hacia muy de te1ner en

la vida de solteros. P or las noches alía por las

calles una ronda ,

á

fi n de que los <lemas vecinos

estuviesen recogidos en su casas . En el templo y

en las diver siones públicas se hállaban los hon1-

bres separados de las mugeres . Ningun forastero

podia ent rar

á

los pueblo sino de paso y con las

mayores reservas en su t rato. Lo

repetidos ej er–

cicios mil i

e

r

,

1

pro-visioh de arril .

la vi–

gilancia sostenüi prec via

6

burl ban los ·asal–

tos, inten, a o

y

or Jo

tna eJuoos ya por los

charrua-s, pa gua

'.1

otros salvages vecinos .

Como aquella sociedad reposaba enteramente

sobre el sentüniento religioso, se cuidaba, ante

todo, de las práctica del culto. Al toque del alba

acudían los niños al templo para cantar los

himnos sagrados , forman do el n1as arinon ioso

concier to con las aves que alaban al Criador por la

mañana con no aprendidas melodías . A la caida

del dia se reuní a el vecindario al toque de la

ca1npana, que llamaba

á

la oracion con1un . Ta1n-