140
CONDE DE SALVATIERRA.
ca tigos séveros reinaba entre ellos. Esos sal–
vagcs arrancados á la ocio idad, iniserias y fero–
cidad de su vida errante para llevar una vida
activa, cón1oda y suave, por sola la fuerza de la
palabra evangélica, no son por ciertos ménos de
admirar, qu·e los bárbaros de la Tracia ganados
á la civilizacion con lo cánticos de Orfeo, ni
que las florecientes colonia formadas por los
sacerdotes de Etiopía en las fertiles orillas del
Nilo. 1\1. as nunca· podrá mirarse como el ideal
de la vida política una tutela, que imponía un
perpétuo yugo en toda la existencia así sobre
el cuerpo, como sobre el alrna, y aislaba las po–
blacione .
~ea[idad
de ·ian considerarse
estas como im es 11!ac[e-ndas, regularmente ad-
1n1n1s r a
o os j e ui as quienes disponían
á su arbi rio, de lo" bienes, trabajo y aln1as, de
los guaranis.
Las reducciones llegaron al nú1nero de 30,
estando situadas 26 de ella entre el Parana
y
el Uruguay
y
ol as 4 á la orillas del
Ti
vicuari.
Ocupaban anchos espac io , divididos por calles
bien alineadas . Las casa construidas sobre
un plan uniforme, estaban cubiertas con tejados,
eran cómodas
y
encerraban los nluebles indispen–
sables. En el centro de la poblacion habia. una