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CONDE DE SALVATIERRA.

ca tigos séveros reinaba entre ellos. Esos sal–

vagcs arrancados á la ocio idad, iniserias y fero–

cidad de su vida errante para llevar una vida

activa, cón1oda y suave, por sola la fuerza de la

palabra evangélica, no son por ciertos ménos de

admirar, qu·e los bárbaros de la Tracia ganados

á la civilizacion con lo cánticos de Orfeo, ni

que las florecientes colonia formadas por los

sacerdotes de Etiopía en las fertiles orillas del

Nilo. 1\1. as nunca· podrá mirarse como el ideal

de la vida política una tutela, que imponía un

perpétuo yugo en toda la existencia así sobre

el cuerpo, como sobre el alrna, y aislaba las po–

blacione .

~ea[idad

de ·ian considerarse

estas como im es 11!ac[e-ndas, regularmente ad-

1n1n1s r a

o os j e ui as quienes disponían

á su arbi rio, de lo" bienes, trabajo y aln1as, de

los guaranis.

Las reducciones llegaron al nú1nero de 30,

estando situadas 26 de ella entre el Parana

y

el Uruguay

y

ol as 4 á la orillas del

Ti

vicuari.

Ocupaban anchos espac io , divididos por calles

bien alineadas . Las casa construidas sobre

un plan uniforme, estaban cubiertas con tejados,

eran cómodas

y

encerraban los nluebles indispen–

sables. En el centro de la poblacion habia. una