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r esció muy dificultuoso, así por ser pocos y el número
de los indio tan grande, como por la fragosidad del
cerro en que e taban: pero al fin acordóse ser esto lo
mejor , porque de noch
on muy cobardes los indios.
Fin e to pasaron cinco días, y acordaron 'de hacer un
r eparo de tablas para r esistir las·piedras; pero después
de hecho le paresció imposible poderlo llevar .
Sei días había que lo indios estaban sobre la ciu–
dad, cuando el general dellos, Tey-Yupangui, se deter–
minó entrar en ella y tomalla por fuerza o morir en la
demanda,
y
habló primero a todas sus gentes, dicién–
doles: "Yo quiero entrar hoy en el pueblo y matar to–
dos los e pañoles que están en él,
y
tomaremos sus mu–
jeres, con quien nosotro no · ca aremos y haremos ge–
neración fuerte para la guerra. Los que fueren conmigo
han de ir con esta condición, que i yo mu-riese mueran
todos, e si yo huyere que huyan todo ". Los capitanes
y
per onas entre ello principale · respondieron que le
prometían de lo hacer así; y con e to movieron todo el
<ejér cito con grandí imo número de banderas, por don–
de los españoles cono. cieron la ele erminación
y
volun–
tad con que venían. El Gobernador mandó que toda la
gente de a caballo se hicie: dos escuadr ones; él se pu–
so con el uno en celada en una calle
y
un Capitán con él,
y otro en otra. Lo enemigos en e ta ya venían por el
llano del río; mul lucida gente, porque toda era e co–
gida: el general venía delante con una lanza, el cual pa–
só en su · andas ambo los dos brazos del río. Ya que co–
menzaba a entrar por la calles,
y
alguna de su gente
andaba por cima las paredc ' ali ó la gente de a caba–
llo
y
dieron en ello: con tan buena determinación, que,
como la tierra era llana, en un punto los desbarataron,
y
quedó allí muerto el capitán o·eneral,
y
junto con él cua-