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ninguna que
ya
lo de acá era todo de pachado; los espa–
ñoles anduvieron escaramuzando con ellos, matando mu–
chos, especialmente una vez que lo enemigo se deter–
minaron de acercar ·e a la ciudad, poniéndo e en lino
edificios caído . La gente de a caballo
E
tuvo en celada,
y
habiendo tiempo, salieron matando
y
alanceando mu–
cho número dello hasta que se ubieron n uno cerros. Al
Gobernador jamá e te día le dejaron salir a pelear pero
estaba con veinte de a caballo a punto para socorrer
adonde hubie e nec idad. E. a noche se hizo mucha guar–
da, ronclandv la · gente de caballo la ciudad.
Otro día amanei;cieron lo ínclios má cerca, en una
sierra grand<.', que e taba de ellos cubierta que cosa della
al par cer no se divisaba, de donde quitaron e hicieron
pedazos una cruz grande de madera que estaba puesta
en lo alto, a la parte del camino que van a la mar y al
puerto;
y
en otro cerro algo más lejo paresc10 muy
gran cantidad de gente, toda de la provincia de los
Ata–
villos.
En e tos cerros los enemigo. p leaban muy a ;;u sal–
vo, abajando a lo llano a pelear un cuadrón y aquel
retirado bajaba otro ; en la ciudad había algunos indios
amigos, los cuales, haciéndoles e palcla los españoles,
peleaban muy bien y era causa ele reservarse de gran–
dísimo trabajo los. caballo., porque de otra manera. no
lo pudieran sufrir. Algunos de lo indio que e toma–
ban a vida se atormentaban cruelmente, para saber nue–
vas de ta ciudad; uno decían uno
y
otro decían otro,
y jamás concordaban, porque así e taban prevenidos de
sus capitanes. Viendo el Gobernador que los conti·arios
estaban tan cerca de la ciudad
y
que no le podía ha–
·cer ofensa ninguna, trataba cercarlo'
y
para esto hallaba
poca po ibilidad. Otras vece decían que sería bien su–
bü· de noche
y
tomalles lo alto; también e to les pa-