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Entretanto que esto pasaba, los indios amigos, que

.estaban en la fortaleza, escaramuzaban con los contra-•

ríos a la parte della, defendiéndoles la ladera; mas co- .

roo el número de los enemigos era grandísimo, tomáron–

les lo alto de la cuesta y desampararon la fortaleza, vi–

niendo huyendo por la ladera que está a · ta parte de

la ciudad. Hernando Pizarro, como lo vió, a mucha prie..,

sa tomó un caballo

salió en socorro de los amigos, al–

gunos españoles que se hallaron prestos lo siguieron; el

cual se dió tanta priesa y tan buena maña, que hirien–

matando en ellos, les hizo volver las espaldas, ga–

nándoles todas las plazas que están adelante de la mu–

ralla. Adonde ver la _priesa que con ellos traía, fué cosa

muy de ver, porque fué tanta, que no lo pudiendo el

caballo sufrir, le cansó ele manera que poco ni mucho

no le podía mover; luego fné socorrido con una yegua

y acometió los indios de nuevo, juntamente con los es–

pañoles que con él se hallaron, que, matando

alan–

ceando muchos, les hicieron del todo Yolver la e palclas.

Hernanclo Pizarro fué siguiendo el alcan ce tan delante–

ro de todos que le perdieron de vista, adonde se presu–

me que su demasiado ánimo fué i:)arte

el todo para a–

lir con

~ida,

porque como los

recono cie–

ron que iba sólo resolviéronse sobre él, a londe 113 ma'–

taran sin duda ninguna sino fuera por lo que di()"o tor –

nando a juntarse con los cri tianos, e caramuzando con

los indios. Ciento dellos e hicieron fu erte en un alto

adonde los caballo · no podían subir ni pelear, y los

indios se defendían muy bien, con piedra grande echa–

das. a mano

piedras ele hondas, favoreciéndose m·ucho,

viendo que los españoles no les podían perjudicar ; Her–

nando Pizarro, muy enojado de vello en oberbia, pare–

ciéndole que si de alli

rró

los echaba sería dejallos con