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nador y juez de r esidencia por Su Magestad, que
la esta ua tomando a Pedro de Casaos
y
a s us offi–
ciales au nqu e el capitan H erna n Mexia de Guzma n
e a uia ya ade la ntado .
y
puestos ante el le dixeron
con g ran tristeza y pesar los g r a ndes males y
e normes daños y robos que los soldados de Verdu–
g o les aui a n h ec ho e n su dis tricto y juridicion, y
que seria g r a n m eng ua y deshonrra para el
y
le
terni an en poco ino los castigaua por justicia, la
qua l p edía n y dema nda uan. Oyendo estas nueuas
e l Doc tor, consider a d con qu e
anin~o
lo s in tiria,
el qual con la p ass ion que tenia em buelta , con vn
rauioso r a ncor y enojo se fu e luego a P edro Alon-
o de Hinojosa y le conto la tri ste nue ua que auia,
aunque el ya la sabia por el ca pita n Mexia y de
otro , y que para remediar es te tan g r a n m a lle die–
sse fabor y ayuda. El capitan Hinojosa , v iendo que
hazia e n ello eruicio a Su Mages tad , como el d -
zia , y plaze r a l Doc r , y por ag r adará los vezino
de entra mbo pueblos y por lo tener de s u mano
quando los uvie se me nes ter, le plug o de les dar el
fabo r y socorro qu e le pedían, di ziendoles ele como
e l que rí a yr a lla e n pe r ona. Apre tandose , pue ,
todos, el Hinojosa tomo de su gente has ta ciento y
cinqu enta a r cabuze ros, y e l Doctor otra (1), que se
lleuo mucha gente d e a caua llo de la cibdad, y con
la mayor pre teza que pudie ron partieron la ia
del Jombre de Dios, todos e n buena conformidad.
D e pue que Melchior V erdugo se apode ro de la
cibdad llamo a todos los vezino , soldados
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tra-
( l)
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otro.