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LX I
no oviese lanc;;a de los enemigos, enyesta, andaua
preguntando sy alguno le conoc;;ia estar entre los
muertos. Dizen que un sacristan de la yglesia de
Quito le conoc;;io por unas cora<;as que tenia
[y]
se lo
mostro; otros quentan que un Salinas; en fin, el Li–
cen<;iado, acompañado de Pedro de Fuelles, allego
adonde estaua el bafOñ mal afortunado, aviendo pri–
mero passado por alli un clerigo llamado Frán<;isco
de Herrera, natural de las Bro<;as, el qual le pregun–
to si queria que le absoluiese, y el Vísorrei hizo se–
ñal con la cabec;;a, que si, y llegando, pues, Carauajal
junto a el, le dixo c;;iertas palabras vituperosas, pre–
guntandole que si le conosc;;ia, y que el era hermano
del Factor a quien el mato, y que avía de bengar su
muerte; el qual, díziendo esto quiso apearse para
con sus propias manos cortalle la cabec;;a; y el
Maesse de campo Pedro de Puelles le dixo que era
gran baxeza; que mandase a un negro que lo hiziese;
y
el Lic;enciado lo hizo asi,
y
aunque el Visorrei oya
aquellas palabras tan tristes para el, no hazia mu–
dan<;a ninguna, y el negro, tomando la espada en la
mano, comenc;;o a cortar la garganta leal
y
no •mere–
c;;edora de tan
ynomi~i.osa
muerte;
y
dizen que el Vi–
sorrei ninguna palabra hablo, mas de alc;ar ·1os ojos
al c;ielo. Despues quel esclauo le ovo c rtado la ca–
bec;a, la tomo por las barbas,
y
porque no la podía
llevar a su plazer, haziendo en los labrios un agujero,