XXXIV
la ·conquista fueron incompatibles casi en absoluto
con . la vida de familia; por la escasez de españolas
y por los abusos de los vencedores, casi todos éstos,
empezando por Hernán Cortés y acabando en el úl–
timo soldado, tuvieron barraganas indias ·y llenaron
de mestizos la Nueva.España, con lo cual, si bien á
co'sta de la moral, prepararon la fusión de vencedo–
res y vencidos. Los huecos dejados por la muerte
en sangrientas peleas, se llenaban luego con la des–
cendencia de los conquistadores; español hubo que
procreó treinta hijos en tres años
(1).
Nada tiene,
por consiguiente, de inverosímil, que Bernardino de
Santa Clara, con ser, como parece, varón de exce–
lentes cualidades morales, no se desdeñase de imitar
al insigne Cortés.
La educación de ,nuestro cronista debió de ser
algo esmerada para lo que entonces se
acostumbra~
ba en Indias, pobres aún de establecimientos docen–
tes; aprendió á escribir con perfección, llegando á
ser un hábil
pendoli~ta,
según vemos en el manus–
crito original de los
Quinquenarios,
y aun hizo
otros estudios menores, ya fuese en el convento de
San Francisco, ya en
er
colegio de Tlatelolco, fun-
(I)
Bern a! Díaz del Castillo
(Conquista de la N uev a Es.Palia,
capí–
tulo COV) escribe: «pasó un soldado que se decía Alvaro, hombre de la mar,
natural de Palos, que decían que tuvo en indias de Ja tierra treinta hijos en
obra de tres años,,