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REV.OL

CIO Df: 1

·~LATERRA.

385

rnnunció

á

ese proyecto solo fue porque le hicieron presente que aquel ac–

to era una prerrogativa de la orona. Al entrar triufante en Lóndres se

manirestó tan retenido en medio de las aclamaciones del pueblo que un

hombre que le conocía perfectamente, el predicador sectario Bugh Peters

dijo al verle pasar : ((Cromwell será nuestro rey.» Acababa de salvar la

república y de someterle dos reinos. Ya nada grande que pudiera consu–

mar e por medio de las arma se presentaba cerca de él . Permanecia en

Lóndres,.poderoso y en la ociosidad, visitado incesantemente por sus ofi–

ciales y soldados, centro de lodos los descontentos y de todas las e pa–

ranzas; de la vista de un parlamento republicano, congreso mutilado, al

cual apenas asistian diariamente sesenta

ú

ochenta miembro , algunos

de lo cuales seguian formal

y

honradamente ocupándose do los asuntos

públicos, de marina, de la. guerra con Holanda

y

de reformas adminis–

trativas, que tal vez nunca llegaban á realizarse por la influencia que en

el congreso ejercia el mayor número de otros miembro solamente en–

tregados

á

la mezquindad de sus pasiones, á .vergonzosos intere e

1

al

tráfico de empleos y el servicio de ruindades agenas; faccion egoista,

aislada

y

desacreditada que no daba á Ja nacion ni tranquilidad , ni bien

estar, ni porvenir, y que sin embargo se mantenia obstinadamente afer–

rada al poder como si la salvacion del pals dependiera esclu ivamentc

de su miserable gobierno.

Cromwell anduvo vacilando largo tiempo ante de re olver·e. Al vol–

ver á ocupar u puesto en el parlamento despues de su triunfo provocó

la lucha. us armas puede decir e que eran dos cuestione grande ypo–

pulares, una amnislla general que anunciara Ja terminacion de la guerra

civil y una ley electoral que arreglara el modo y Ja época de la onvoea-

ion de un nuevo parlamento.

Estas dos medida hacia ya mucho tiempo que estaban propuestas ;

pero nunca acababan de salir de la mesa de las respectivas comisiones

sino en algunos dias crilicos,

y

sienJoreproducidas por el interés del mo–

mento vol ian luego

á

caer en la inercia. Cromwell las hizo formalmente

di cutir aprobar. Quedó al cabo de cinco

we

es decretada penosamente

la amnistia despues de haber intentado mucha veces hacer enella restric-

iones, especialmente pecunarias , que siempre fueron victol'Íosamente

rechazadas por el mismo Cromwell , demasiado sensato para entregarse

nunca

á

inúliles animosidades

y

demasiado atento á procurarse clientela

amigo per anales en todos los partido .

o pu o Cromwell en juego tanta energ!a para con eguir la aproba-

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