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ni

e [\ o Pl\EWJIKAn

el espirilu humano : u consecuencias se inlieron en la iglesia ante

que en el Estado.

Se ha dicho que en el fondo el protestantismo babia sido una revolu–

cion mas bien política que religiosa; una insurreccion en nombre de los

intereses mundanos contra el órden establecido en la Iglesia, mas bien

que el rapto de una creencia en nombre de lo intereses eternos de la hu–

manidad. Semejante juicio es poco profundo

y

'no estriba sino en apa- .

riencias. Este error ha hecho adoptar

á

los poderes espirituales

y

tempo–

rales que se han dejado alucinar una marcha que les ha sido fatal.

Preocupados esclusivamente en reprimir el elemento revolucionario del

protestantismo han de conocido el elemento religio o que trae con igo.

El espfritu de revolucion es ciertamente muy poderoso; pero no lo bas–

tante para producir por si mismo tales resultado . No estalló y no prosi–

gue únicamente para sacudir un ugo la reforma del siglo xvr, ino para

profesar

y

practicar una fé. Así lo demuestra espléndidamente desde

hace tres siglos un hecho supremo

é

incontestable. Dos pai es protestan–

tes, lo mas protestantes de Europa, la Inglaterra y la Holanda son ao–

tualmente los pueblos donde la fé cristiana conserva mas igor

y

autori–

dad . Preciso e tener una rasa ignorancia acerca de la naturaleza del

hombre para creer que una vez triunfante la insurreccion se hubiese so -

tenido y perpetuado de ese modo si el mo imiento no hubiese sido desde

su principio esencialmente religio o.

En Alemania durante el siglo xvr la revolucion fue'religio a y no po-

. lilica. En Francia por el contrario en el siglo xvmfue polltica y no reli–

giosa . La Inglaterra tuvo en el siglo x

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la fortuna de ver reinar junta–

mente el e piritu de fé religi:>:;a y de libertad politica,

y

por esa razon

pudo simulláneamente con iderar las dos revoluciones. Así pudieron des–

plegarse sin romper todas su

tr~bas

toda las grandes pasiones tle la

naturaleza humana,

y

así aquellos hombres pudieron conservar sus espe–

ranza

y

sus ambiciones de Jo eterno, uando sus esperanzas

y

sus am–

biciones terrenales quedaron

cte~vanecida

.

. . Lo r formadores inglese , especialmente los politicos, nocreian ha–

llarse en el caso de necesitar una revolucion. Las leyes, las tradicione .

los ejemplos

y

toda

la

memorias de su pais les eran caras

y

como sa–

gradas : en ella encontraban el punto de apo o de sus pretensione

y

la

ancionde sus idea .

i

reclamaban sus libertades solo era en nombre tle

la, gran artq. y de las numerosas disposiciones gubernativas que desd

cuatro iglo atra la venían onfirmando. Ila ia cuatro iglo que ni una