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nE LA REVOLUCION DE 1 GLATERR;\.

225

A.I otro dia, al principiar la esion, un ombrío rumor agitaba la cá–

mara; el rey, decian por todas partes, ha sido robado de la isla de Wight,

duranle la noche

á

pesar de su resistencia,

y

llevado al castillo de Hurst,

especie de prision, situada en una co ta al frente de la isla,

á

la estremi–

dad de un árido promontorio, desierto y mal sano. Vivamente interpela–

do los independientes guardaban silencio. Empezó la sesion; el presi–

dente leyó cartas venidas de Newport

y

dirigidas

á

la cámara por el

mayor Ralph que mandaba en ausencia de Hammond ; el rumor era fun–

dado,

y

toda relacion se hacia además imposible sin el consentimiento del

ejército entre el rey y el parlamento.

El 29 noviembre, algunas horas de pues de haberse cerrado la con- .

ferencias de Newport y de la marcha de los comisionados, un hombre

mal vestido dijo

á

uno de los criados del rey : «Acaban de desembarcar

tropa n la i la· advertid al rey de que esta noche será arrebatado de

aquí.

»

árlos hizó llamar inmediatamente al duque de Ricbmond, al

conde Lindsey

y

al coronel Eduardo Cook, oficial que poseía su con!lan–

za ; les preguntó que era menester hacer para si era verdadera aquella

noticia. En vano trató de sacar una palabra al mayor Ralph;

y

no pudo

obtener de él mas que cortas y oscuras contestaciones. ((El rey puede

dormir guro esta noche; lo juro por mi vida, esta noche nadie le inco–

modará.

i>

Cook e ofreció á montar á caballo,

recorr~r

la costa, pasar

principalmente

á

Carisbrooke, á donde las tropas se decía que habían

llegado,

y

ver por sí mi molo que pasaba. La lluvia caía á torrente : Ja

noche era ombría y el ervicio peligroso ; el rey temblaba de aceptarlo,

Cook in istió y marchó.

Encontró efectivamente reforzada la guarnicion de Carisbrooke : diez

ó doce oficiala recien venidos acompañaban como centinelas de vi ta al

apitan Bowerman, que mandaba en aquel punto :

y

todo presentaba por

do quier el ello de mi terio a agilacion. Regresaba Cook á toda pri a

para decir al rey lo que babia vi to , cuando al llegar á Newport cerca

de la media noche, vió la casa que ocupaba el monarc?- rodeada de cen–

tinela estacionados no solo debajo de toda las ventana , sino en lo inte–

rior,

y

hasta en la puerta del apo ento del rey donde el humo de su pipa

penetraba por toda parte . Ya no cabía duda alguna : los dos lores con–

JUraron al re , á que proba e al instante

y

á toda co ta su eva ion. El

con Ajo di o-u taba

á

la tímida gravedad de Cárlos : asi es que alegó Jo

dificil del éxito'

y

cuanto se irritaría el ejército :

(l

i ello me prenden,

decia, será pr.eci o que me traten bien; ningun partido puede nada sin