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DE LA REVOLUCION DE INGLATEnnA.
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de oficiales una proclama enérgica que reprendía
á
los nuevo agítado–
res, su sedicío a
ma~uinaciones,
y los peligros que iba
á
orrer el ejér–
cito; recordábansele la pruebas de afecto
y
fidelidad que les habían
dado sus jefe , los triunfos que habían obtenido bajo su mando;
y
por
último se les prometía o tener en el parlamento la voluntad ele lo sol–
dado , ya fuese en prn de ellos mismo
a en bien de la .patria, con tal
que
á
sn vez firmasen Ja obligacion de olver á entrar en las le
1
e de la
disciplina, ele re petar las úrdenes de sus oficiale .
iete regimientos oyeron esta lectura con aclamacione de gozo. Fair–
fax e adelantú hácia el de Harrison. Apenas la caballería escuchó su
voz
y
prome
as,
cuando lo individuos se arrancaron de su sombreros
~¡
folleto y gritaron qüe habían sido engañado
y
que querían vivir morir
con u general. El regimiento ele Lilburne quedaba solo, pero iempre
rebelde
y
violentamente agitado ; ya empezaban á conte tar á Fairfax
con grito sedicio o cuando Cromwell e
ad~lantú
hácia ello : «Quitaos
al momento ele vuestro sombrerns e e papel, dijo
á
Jos soldados;
i>
y
viendo que no lo hacían entró bruscamente por entre la filas, eñalanclo
y
mandando prender á catorce de los mas sediciosos. Formó e en el mis–
mo campo un consejo de guerra
y
tres soldados fueron condenado á
muerte. Di puso en eguida el consejo que entre los sentenciados se sor–
teara uno para ser
eje~utado
en el acto, y la suerte tocú
á
un tal Ricardo
Arnell, fogo o agitador; la ejecucion se hizo al instante, al frente del
regimiento : y se condujo presos á los otros
~os
condenado
y
á u once
compañeros.
El
mayor cott
y
el capitan Bray fueron igualmente arre -
tados; profundo silencio reinaba en la llanura ; todos los batallones mar–
charon á u antiguo acantonamiento; las otras reuniones se veriücaron
sin murmullo, y el ejército entero. olvió á entrar bajo el mando
de.
su
jefe .
No dudaba con todo Cromwell del peligro de este triunfo : cuando lo
vino
á
anunciar á la cámara, entre la gracias que le dieron la mayor
parte de lo que temían
á
lo agitadore
J
los jefes presbiteriano no disi–
mularon su frialdad, ni lo republicanos su ira : los primeros so pecha–
ban de todas la acciones de Cromwell fue e cual fuese su resultado,
y
Jos egundo miraban su conducta en la reunion de Ware como una nue-
a prueba de u traicion. Ludlow se opuso en la cámara á la volacion
de la gracia · altmarsh acudió desde lo ma remoto de su condado,
y
por órden e presa de Dios, segun dijo, para anunciará lo generales que el
eñor les abandonaba
1
a que habían aprisionado á su santos ; en
fin
pa-