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D.E LA REVOL Cl01. DE JNGLATERRA.
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ado de tene.r razon
y
de demostrarlo. Pero en ·esto se confundian los
prB
biler1ano , porque su sabiduria e fundaba en la autoridad de hecho
y
de le es, no en principio ,
y
no sabían como de'' anecer con olo la ra–
zon lo argumento de sus co?trarios. olo lo independiente profe aban
una doctrina sencilla rigida en apariencia, que ancionaba todos u
acto , ba taba á toda la nece idade de u ·ituacion,
y
ponia á cubierto
de su inconsecuencia á las alma enérgi a , de bipocre la á las since–
ra . olo ellos a imi mo empezaban
á
pronunciar alguna de esa palabra
mágica que ele\an el alma en nombre de las ma noble e peranza
y
vehemenles pa ione de la humanidad : la igualdad de derechos, la ju ta
reparticion de bienes sociale ,
y
la deslruccion de todos los abu o . Nin-
guna oontradiccion fle notaba entre sus sistema político
religioso
ninguna lucha interior entre jefes
y
soldados, ningun simbolo que arre–
drase á lo esterior : su máxima fundamental era la libertad de concien–
cia,
y
como sus designios Jo abarcaban todo
á
la vez, tambien por e to
e adquirían mas parlidarios : afiliábanse en este partido los juri con ul–
io para quitar toda jurisdiccion á los eclesiásticos su ri ale , los pu–
blicista pa1a procurar e una legislacion mas sencilla que hi ie e perder
á
Jos letrados su influencia y sus riquezas; Harrington veia en ello una so–
ciedad de sabios, idney la libertad de Esparta ó de Roma, Lilburne Ja
vuelta del derecho sajon, y Harrison la venida de Cristo; republi anos ó
nireladores, visionarios, fanálicos y ambiciosos, todos eran admitidos con
su enconos , sus teorias , sus éstasis y sus intrigas : ba taba que todo
e tuviesen animados de un odio igucrl contra los caballeros
y
los presbite–
rianos , y que marchasen hácia ese porvenir desconocido que debía sa–
tisfacer tantos anhelos.
Ninguna: victoria de Essex y de sus amigo', en el campo de batalla
ó
-en " estminster, podia sofocar ni contener ya por mas tiempo tales di -
cordias, tan públicas ya en Oxford como en Lóndres. Parlamentarios y
reali tas , todos los hombres sensatos las tomaban por base de su com–
bina iones. Participábanselo al rey,
y
le instaban
á
que aprovechase Ja
coyuntura ; cortesano·s y adictos sinceros, todos tenían sus miras, lodo
hacían sus proposiciones; unos querían contif!uar vivamenle la guerra ,
rayendo que las facciones rivales se
,de~truirian
; otros deseaban que
por medio de los lores
refugiado~
á OxfordJ particularmente los condes de
Bolland
y
de Bedford, se relacionasen con los parlamentarios amigos de la
paz ; algunos aconsejaban qtn dichas relaciones se dirigiesen al jefe ya
conocido de lo independiente . Enlre tanto
lord
Lovelace, previo consen-