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DE LA llEVOLUCION DE l GLATERRA.

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Lo vivo de Ja accion había desanimado á Jos realistá.s no menos va–

lientes, pero menos obstinados que sus adversarios, y mas dispuestos al

en anecimiento y

á

la desesperacion. Su pérdida además babia sido

grande y sensible : veinte oficiales de nota babian perecido, entre ellos

hombreg tan ilustres por su mérito como por su rango ; lord Sunderland,

querido por sus opiniones de todos ros buenos protestantes de su partido

y de todos los hombres ilustrados; lord Caernarvon, escelente

ofici~I,

muy estimado del rey por su rigidez en punto

á

disciplina, amado de los

oldados por su justicia,

y

observador tan escrupuloso de su palabra,

que nada pudo detenerle en el ejército del Oeste cuando el príncipe MaQ–

ricio que le mandaba hubo violado las capitulaciones concluidas con las

ciudades de Weimouth y de Dorchester ; lord Falkland, en fin, honor del

partido realista' siempre patriota si bien que proscrito en Lóndres, siem–

pre respetado del pueblo si bien que mini tro en Oxford habían termi–

nado gloriosamente su·carrera. Nada

l~

obligaba

á

Falkland á acuüir al

~ampo

de batalla,

y

mas de una vez le echaron en cara sus amigos su

inútil temeridad: c<Mi empleo, respondía sonriéndose, no puede hacerme

perder los privilegios de la edad;

á

mas de que un secretario de Estado

de Ja Guerra debe saber cuales son los mayores riesgos de esta.»

Hacia algunos meses que los buscaba con ardor; la 'ista de los pa–

decimientos del pueblo, los males mayores que preveía, el desvaneci–

miento de sus esperanzas, y Ja constante.lucha de su alma en. medio de

un partido cuyos triunfos y reveses temía á la vez, todo le había abis–

mado en la mas amarga tristeza; se había agriado su humor; su imagi–

nacion, naturalmente brillante y viva, se había vuelto sombría

y

medita–

bunda; le gustaba la elegancia en el trage,

y

ahora la descuidaba; nin–

guna conversacion ni tarea le gustaba; muchas vece , sentado entre sus

amigos ysosteniéndose con ambas manos la cabeza, solo salia de un pro–

fundo silenºcio esclamando dolórosamente :

la paz! la paz

I

y solo podía

reanimarle la esperanza de alguna negociacion. El dia de Ja batalla, Jos

que le rodeaban se admiraron de verle mas alegre : nunca había emplea–

do mas esmero en su Lrage : <<

i me matan hoy, dijo, quiero que en–

cuentrenmi cuerpo elegante.

ii

Al oir que sus amigos le pedían con ahinoo

que se quedase, olvió su rostro

á

cubrirse de tristeza: ((No, dijo, hace

tiempo que estas disensione me tra pasan el ºcorazon : al anocheqer ha–

bré probablemente mudado de situacion;

ii

y

pasó como voluntario al re–

gimiento de lord B ron. No bien se hubo empeñado Ja accion, cuando

una bala le tra pa ó el bajo vientre; cayó de caballo y murió sin que na-

.

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