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DE LA REVOL CJON DE INGLATERRA.
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Estalló en el partido una turbacion violenta; la paz pedida de este
modo en medio de los reveses, no era una transaccion, sino una derrota;
dejaba todos Jos intereses público y privados bajo el peso de los mas
vivos temores,
y
desvanecia las esperanzas de los patriotas que deseaban
mas ámplia reforma, y las de Jos ambiciosos que querian una revolucion :
determinóse probarlo todo para desecharla.
El 6
d~
agosto por Ja tarde, sin atender
á
que fuese domingo, Pen–
nington, lord
co~'regidor,
á quien babia e cluido el rey de toda amnistía ,
convoco la municipalidad, y al dia siguiente una peticion fulminante inti–
mó á Ja cámara baja que desechasen las proposiciones de Jos lores, y
que adoptasen un decreto que el mismo mensajero presentaria por mo..,
delo. Una muchedumbre inmensa, avisada por medio de pequeños folletos
esparcidos la víspera, apoyaba Ja peticion con sus clamores. Habiendo lle–
gado los J0res á Westminster al través del tropel, se quejaron inmedia–
tamente á los de la otra cámara, declarando que suspenderían sus sesio–
nes hasta tanto que se hubiese hecho justicia sobre tamaños atentado .
Pero Jos diputados del pueblo habían puesto ya á di cusion las proposi–
ciones de paz, y despues de un largo debate todavia fueron aprobadas
por 81 votos contra 79. El desórden fue estraordinario : de afuera es–
clamaba el pueblo que no se retiraría sin que se le diese una favorable
respuesta y en lo interior los enemigos de la paz reclamaban violentamente
por un nuevo escrutinio, sol:lteniendo que se habían engañado, y que no
se les burlaría de este modo. Fue preciso ceder : 81 votos
persistier~n
en la paz; pero los escrutadores que contaban los de la negativa declara–
ron 89, y los partidarios de la paz salieron consternados.
A los dos dias, 9 de agosto, buscaron un desquite. Desde el amane–
cer se formó al rededor de Westminster una reunían de dos
ó
tres mil
mujeres, que llevaban sobre su cabeza pañuelos blanco , simbolo de paz,
y la pedían en efecto por medio de una peticion lastimosa. ir Jobn Ilíp–
pisley pasó á decirles : «Que la cámara deseaba tambien la paz, que
esperaba podérsela procurar pronto, y que entre tanto las in itaba
á
que
se restituyesen á sul:l casas.
i>
Las mujeres no hicieron ca o, y á e o
~el
medio dia subía ya su número
á
mas de
,000 ;
se mezclaron entre
ellas algunos hombre vestidos de mujeres , y
á
su instigacion penetró
una banda hasta la puerta del salon de la cámara, esclamando : «Paz!
Paz
1
»
La guardia las instó á que se retirasen ; pero se redoblaron los
gritos : ce
¡
Qué se nos entreguen los traidores que están contra la paz
1
qué se nos deje hacerlos pedazos
1
qué nos entreguen
á
ese charlalan