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plicase antes al rey dar el mando de la
torre~
de las plazas fuertes y de
la milicia á hombres que poseyeran la confianza del parlamento. La cá–
mara alta rehu ó e La enmienda, pero treinta y dos lores protestaron, y
la cámara baja, fuerte con el apoyo de e ta minoria, dirigió sola al rey
su Ieticion.. Respondió e le on negativa formal tocante á las plazas y
á
la torre, n términos vago
y
eva ivo en punto á la milicia, y al parecer
únicamente decidido
á
g·anar tiempo. Ja lo representantes del pueblo
no querian perderlo ; asi enWindsor como en Lóndres tenian eonfidentes
y amigos; n.o ignoraban lo proyectos del rey, ni el viaje de Ja reina, ni
la intrigas de la córte en el
I
orle del reino y en el ontinente.
El peligro se hacia cada vez ma inminente : ¿no podia acontecer
que el rey estuviese preparado para la guerra ante que e hubiese de–
cidido la cuestion de la milicia para oponérsele? Temore mas ciegos
agitaban al pueblo; hablábase de muni iones sacadas de la torre, de
tramas contra la vida de los jefe populares, y todos se indignaban de
haber vencido tantas vece sin haber · acado ningun fruto de la victoria.
olo una nue·va.y viva esplosion de la opinion pública, de ian, puede dar
al Lra Le con los nuevos ob Láculo , armar á lo ardoro o , llevarse Lra
i
á
los tibio y de armar
á
lo malvados. umenláron 'e la
peticione~,
pr.ocedentes de lodos lo
andados y de toda las la
de iudadanos :
lo aprendices, lo m r adere , los jornalero , y ha la Ja mujeres e
reunían alrededor de We tmin ter para presentar las suya . Al ver á es–
tas por primera vez e admiró kippon que mandaba la guardia : «Que
nos e cuchen, gritaban; donde hoy vei una mujer, mañana habrá 'qui–
nientas.» Pa ó el omandanºte á recibir órdene de Ja ámara,
y
de vuel–
ta las obligó con buen modo
á
que e r tirasen. Pero volvieron
á
lo do
dia , llevando
á
u frcnl
á
una lal Ana lag·g, mujer de un rico erve–
cero, encargada ele pre enlar una p ticion al pié de la cual se esplicaban
su motivo .
<(
e.mejante pa o, decían, no desdice de nuestro exo; Cris–
to no salvó lo mi mo que
á
los hombres; como ello sufrimo las cala–
miJades pública , orno ellos tenemos una vida que so tener,
y
una alma
que salvar : no hacemos e to por vanidad
ú
orgullo de orazon, ni para
ampararnos
á
los hombre en autoridad ó en sabiduria, ino olo para
umplir on lo que deb mo
á
Dio ,
á
u iglesia
á
nue lro pal .
1>
La pet1cion fue recibida Pym alió para re. pond r
á
ella : «Bue-
na mujere , dijo
á
la peticionarias que Je rodearon, vuestra peticion ha
ido
1
ida, la cámara os da gracia ;
QS
rogamos q1rn volvai
á
vue Lra
familias , que vue lra peli ione e conviertan en prece para el buen