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dencia,y-ann los hombres notables que
fueron actores en esa gran epopeya.
El
PMú
no
faé
una excepción en
este caso; recorriendo los escritos de
ese
tiempo se
enco~ntrs
la
«
c ieocia
francel'a - del siglo XVIll ,,, declara·
das las faentet! en las
not.as6 di·
simulada
y
encubiertamente. Un
tes·
Uigo
irrecusable, . onteagudo, escribia
en Qnito en 182.J «La revol ación de
los establecimientos ingleses en Norte·
Amédca
y
Ja
estrf'pito~a
alarrua que
dió
la
Francia al uoiverso, desperta–
ron en las coloaias espafiolas el espi–
ritad
d~ resh~tencia.
Entonces empe–
zaron (los Americanos del Sud) á sen·
tir la
opre~íón,
que
ante~
sofrian con
)lna paciencia supersticio@a» ... .... ..
«El ejemplo
cambió repentinamente
eeta opinión (la obediencia]: el cla·
mor de
independencia resonó
en di·
versas
partes del continente,
y
bien
presto se generalizó la
idea
de sacudir
un
yago, que
era natural
aborrecer
· con
vehemencia, después
que
foé
res·
peta.docon
fanatiemo."
(147]
Mientras en América estas ideas re·
--
.
147 Memoria escrita en Quito,Loe princi·
pioe politicos del coronel Monteagudo en
·en la Administración
del Per6;
en
Docu·
mentos para Ja historia de la vida púbH...
ca del Libertador, tomo VIII, pág. 609.