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á
grito herido,habiendo llegado
lasco·
~as
al
punto
de que é tos se
levánt
a·
rnn
contra
ella
y
hasta
irupidierau
rns
autos de
fé
(69);
qne
por último en
cuanto
á
enRefianza,
un escritor
de
la I glesia
confesabaqu~
habfan,caaucto
.Fe11pe11 I, much<·s clérigos vagos,
men •
d1gos
é
ignorantes
de
niae~tros
de grn.
mática; que
el jf'suita Marfaua,deela·
raba,
que
lo'" Padm:1 de la Compafíía,
leian, de ordinario dos
ó
tres afias lo
que
nos~bían
ni querían
aprender;.eo'·
¡.¡efíaban
á
lo
oyente
impropiedades
y
barbarismos que nunca podían olvi ·
dar; que en los libros de esa época se
proponían problemas tan extrav3gan·
tes que hoy mueven
á
risa, tales como
s1 era
pos1blf',que
el
hombre tuviera
los ojos en
el
colodrillo.6 en
el
vientr~,
si podía
teuer una
mujet' trescientos
feseata
y
cinco
hij•)S
eo
un año,
y
si la
imágen
óptica podía
peca.r
etc., [70.]
Si ahora
ecbamoR
una
mirada
gP-aeral
sobre
E~paña
y
e l Virreinato
dAl
Perú,
comparando el Discurso con la
revit~ta
anterior, se verá
' que
el parecido es
completo.
Allá
y
acá
han
sido el go·
bieroo deepótico, las autoridades .ar•
69 Picatoste,
obra.citada,
tomo I I,
cáp.
IV. E
11
Dan vila
y
UoUado, véase el párrafo
<lela
Ioqnis·cióneu
todos los tomo1:1.
70
.Pic1:1.:ostt>,
obra
ui~ada,
tomo
111,
cap.
VIIL