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- 30 -

á

grito herido,habiendo llegado

lasco·

~as

al

punto

de que é tos se

levánt

rnn

contra

ella

y

hasta

irupidierau

rns

autos de

(69);

qne

por último en

cuanto

á

enRefianza,

un escritor

de

la I glesia

confesabaqu~

habfan,caaucto

.Fe11pe11 I, much<·s clérigos vagos,

men •

d1gos

é

ignorantes

de

niae~tros

de grn.

mática; que

el jf'suita Marfaua,deela·

raba,

que

lo'" Padm:1 de la Compafíía,

leian, de ordinario dos

ó

tres afias lo

que

nos~bían

ni querían

aprender;.eo'·

¡.¡efíaban

á

lo

oyente

impropiedades

y

barbarismos que nunca podían olvi ·

dar; que en los libros de esa época se

proponían problemas tan extrav3gan·

tes que hoy mueven

á

risa, tales como

s1 era

pos1blf',que

el

hombre tuviera

los ojos en

el

colodrillo.6 en

el

vientr~,

si podía

teuer una

mujet' trescientos

feseata

y

cinco

hij•)S

eo

un año,

y

si la

imágen

óptica podía

peca.r

etc., [70.]

Si ahora

ecbamoR

una

mirada

gP-aeral

sobre

E~paña

y

e l Virreinato

dAl

Perú,

comparando el Discurso con la

revit~ta

anterior, se verá

' que

el parecido es

completo.

Allá

y

acá

han

sido el go·

bieroo deepótico, las autoridades .ar•

69 Picatoste,

obra.citada,

tomo I I,

cáp.

IV. E

11

Dan vila

y

UoUado, véase el párrafo

<lela

Ioqnis·cióneu

todos los tomo1:1.

70

.Pic1:1.:ostt>,

obra

ui~ada,

tomo

111,

cap.

VIIL