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- 29 -

conservar sus

ri·~ueza~,

ni mahtener

su inmensa

~ridad;

debe compren·

der que ni el fanatismo, ni la igno·

1·ancia, ni la soberbia

y

ambición mun·

dana, ni

Jas

riquazas ni

la

protección,

son las armas que pueden hacerla res·

pet.~ble

y

~anta,

á

fin de ejercer una

influencia benéfica

y

g.eueral en

Ja

condición de tos pueblos,

y

de alean·

zar,

asi, las verdaderas victorias de

la.

religión en el ca.mino del progreso.

»

Ttempo perdido sería que nos detu–

viéramos exponiendo lo que

faé

en

Es·

pafia el poder clerical, cuando es asun·

o tan sabido.

Ed

Roficieote recordar

que en tiempos de Felipe

III

un cronís·

ta escribía: ccSacerdote soy;pero confie·

o

que omos más de los que son me·

nestern, pues solo frailes domínicos su·

mabao entóoces

32000,

y

en dos obi

pa·

dos no má ,habie.

24,000

clérigo

(67];

que las Cortes eran incansable en pe·

dir e moderase

Ja

codicia del clero e·

fial

nd

la

desme ida extensión de

la

mano ntuertas

omo

una de Ja causas

tle la ruina deh·eino[6 ]·que;contra los

e.busos

y

torpezas del San to Oficio, los

pueblos

y

sus procuradora clamaban

bra citada de Danvila.

y

del reino

d~de

Cá.rlos