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no sólo vea nuestra tierra empedra·
das sus calles con oro
y
plata, sino
que de
crmenterio
se convierta en pa·
tria de Tivientes».
ccEsto vieron los fnndadores de la
-Patria,
d~cia
Vigil 35 afios más tarde,
y lo vieron con el fijo de su siglo; con
1a
convicc1óo de las doctrinas procla··
madas en el anterior acerca de los
de·
rechos del hombre,
y
con el ardor que
in~pira
Ja defensa de una cansa atre·
;
vida grande, santa; y queriendo cor ,
tar el mal radicalmente
y
fijar la saer·
te futura
de Ja
América, y halláodose
en una feliz actitud, en que no babia.
elementos
para la monarquía, ni
obstá-
culos
para la República; proclamaron
ésta
y
no aquella forma de gobierno;
y
los pueblos aplaudieron Ja resol
o·
_ció
o,
y
q
nisieron
ser
republicanos,
y
hasta ahora no se han arrepenti–
do. >,
[170]
El Perú no pudo pues ser monár ·
l
qoico;
y
caso que lo hubiera sido, sos
ccfatales condiciones)) en vez de mejo·
rar hubieran empeorado. Por consi ·
gaiente el autor ha hecho muy bien
apartándose por completo de esa idea
errónea que
á
veces trata de levantar
la cabeza entre nosotros:
la salvación
170 Optlsculo citado, pág. 25.