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llos,
y nunca
ciudadanos;
tendríaIQos
aspiraciones
servil
e~,
y
nuestro mayor
placer
consistiría en
que S. M. exten.
di'1se so
real
mano,
para que
la
beElá·
semos: solicitaríamos con ansia
verle
comer:
y
nuestro
lenguaje explicaria
con propiedad n nestra otediencia. ¡No
es
amo
el
monarca
en
bo(>a
de las
cla–
ses más
distinguida~'!»
((No
olvidemos,
de que Ja mano
regia
es demas1ado
poderosa,
y
que quien
llega
á
sentir–
la en toda
80
extensión,
no
tiene
per·
sona, no cono<>e propiedad, no siente
en
si el mágico impulso
de
la
liber·
tad. Estas
prerrogativas solo
se
co
servan
por
los que
están
habituados
á
defenuerlas,
y
de h·echo las defienden
perennemente
con
la
efica~ia
de
en
carácter 'librado en las institmciones
populares.
Si
el
hombre
en sociedad
ha asegurado
8US
preeminencias
m:tt~·
rales, no
por eso ha
perdido
so ten·
dencia
á usurpar
las
de
sos
socios.
To–
da Ja dificultad está en el buen éxito·;
y
seguro de éste; nada teme. Así que,
la oportunidad de
oprimi1·
solo
depen ·
de de Ja ineptitud
de
1~esistir;
y
á
la
manera que
en el
estado
natural, ella
consiste
en
Ja debilidad
física,
en el
social nace de
l~
flaqueza
civil
¡06·
mo nos defenderiamos de la
real
opresión, si poco diestros en el f>jerci-