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106 -

llos,

y nunca

ciudadanos;

tendríaIQos

aspiraciones

servil

e~,

y

nuestro mayor

placer

consistiría en

que S. M. exten.

di'1se so

real

mano,

para que

la

beElá·

semos: solicitaríamos con ansia

verle

comer:

y

nuestro

lenguaje explicaria

con propiedad n nestra otediencia. ¡No

es

amo

el

monarca

en

bo(>a

de las

cla–

ses más

distinguida~'!»

((No

olvidemos,

de que Ja mano

regia

es demas1ado

poderosa,

y

que quien

llega

á

sentir–

la en toda

80

extensión,

no

tiene

per·

sona, no cono<>e propiedad, no siente

en

si el mágico impulso

de

la

liber·

tad. Estas

prerrogativas solo

se

co

servan

por

los que

están

habituados

á

defenuerlas,

y

de h·echo las defienden

perennemente

con

la

efica~ia

de

en

carácter 'librado en las institmciones

populares.

Si

el

hombre

en sociedad

ha asegurado

8US

preeminencias

m:tt~·

rales, no

por eso ha

perdido

so ten·

dencia

á usurpar

las

de

sos

socios.

To–

da Ja dificultad está en el buen éxito·;

y

seguro de éste; nada teme. Así que,

la oportunidad de

oprimi1·

solo

depen ·

de de Ja ineptitud

de

1~esistir;

y

á

la

manera que

en el

estado

natural, ella

consiste

en

Ja debilidad

física,

en el

social nace de

l~

flaqueza

civil

¡06·

mo nos defenderiamos de la

real

opresión, si poco diestros en el f>jerci-