LXXII
Prólogo.
No murió ·en la jornada ningun español; perdieron
únicamente .veintiocho caballos
(a).
Repuesto apénas ·de su infructuosa entrada del Uru–
te, comenzó á prepararse nuestro aventurero para la
segunda
y
verdaderamente memorable del Guaca, que
el juez Vadillo dirigió en persona.
No
fué
esa, por cierto, la primera intencion del ma–
gistrado, por ·más que el capitan Francisco
~ésar
hubo
de regresar de su descubrimiento tan alegre como si
hubiese hallado otro nuevo Perú, trayendo por valqr
de treinta mil ducados en alhajas de oro
y
nuevas de
que el país, en pasando la sierra,, era todo sabanas po–
bladas de naturales bien vestidos, más ricos, cultos y
mejor gobernados que los de Cartagena,
y
en muchas
cosas semejantes á sus vecinos los de Nueva Castilla;
todo lo cual era incentiv.o más que suficiente para que–
una persona del carácter
y
condiciones de. Vadillo se
moviese
á
tomar la mejor parte en la gloria
y
prove-
. chos de jornada que tanto prometia, conduciéndola él
(a)
La jornada del Urute se repitió poco despues, en tiempo de Vadi–
llo todavía, con doce de
á
caballo
y
unos treinta peones mandados por el
apitan Gómez Becerra. Tuvo el mismo éxito que la de Cáceres. Más
tarde la hizo tambien sin resultado el sucesor de Vadillo, licenciado Juan
de Santa Cruz: salió de Cartagena ¡:>or febrero de 134º
y
regresó desbara–
tado
á
los treinta dias. (Autos citados; carta de Vadillo al Emperador. De
Santo Domingo,
22
de Agosto de 1540.-Col. Muñ.
t.
82.,
f. o
143.)