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Capítulo III.

J I

temió no le v iniese

á

matar por mandado de Vaca de

Castro, por la enemistad que con él tenia; y luégo otro

dia, por todas las vías ex1uisitas que pudo, procuró de

no tener tal huesped en su casa; mas como Francisco

Carvajal era tan mañoso, <lemas de entender al tesore-

. ro, se aposentó de más reposo en su casa. Y

á

cabo de

algunos dias que habia que llegó

á

Los Reyes, dió las

cartas que traía de Vaca de Castro y cuenta á los del

cabildo de su viaje

á

España, y de la utilidad y prove–

cho que

al

reyna

se recrescia con su ida, y que por su

parte habia S. M. de ser bien informado de

l~s

cosas de

lá provincia y del agravio que se les hacia

á

los con–

quistadores, si por entero las nuevas leyes se hubiesen

·de cumplir:-lo mismo decia Vaca de Castro por sus

cartas,

y

que di-..sen poder

á

Carvajal par a .que nego–

ciase en España lo que convenía al reyno. Los del ca- ' ,

bildo, vista la carta de Vaca de. Castro y lo que decia

Francisco Carvajal, respondiéronle equívocamente, que

pues el gobernador por sus ca_rtas les avisaba su veni-

da

á

Los Reyes seria breve, que se estuviese en la cib–

dad hasta que viniese, y venido, se haria

lp

que man- ,

daba como gobernador que era del Rey: y esta res–

puesta se le dió

d~ntro

en su cabildo y ayuntamiento,

estando en su congregacion. Y Carvajal, paresciéndole

que por le tener en poco los del cabildo de Los

R~yes,

le habian dado respuesta tan frívola, se salió dél muy

sentido,

y

los del regimiento quedaron riendo, hacien-

do burla dél;

tenien~o

por cierto, que cuando Vaca de

Castro viniese del Cuzco, estaría ya en la tierra

el

vi–

sorey, y no seria parte para les hacer ninguna

ni

oles-