Prólogo. ·
cxm
cuales casi me atrevo asegurar son del cronista Her–
rera; sobre todo la acotacion que consiste en haber
subrayado el nombre de Hernan M<txía cuantas veces
se repite en el discurso de la historia, hácia los últimos
capítulos; accidente muy digno de notarse, porque re-
'
cuerda a] punto lo que dicho cronis ta declaraba en la
Informacion de
m~ritos
y servicios de aquel suj eto,
y
juntando ambos datos, resulta,
6
una coincidencia sin–
gularísima,
ó
poco mé.nos que la certidumbre de que
el
manuscrito publicado aquí es el mismo que Antoaio
de Herrera tuvo en su poder
y
procedia de la Cámara
de Felipe II. En mi concepto, el ndmbre del capitan
sevillano se acotó para señalar los pasajes donde cons–
taban los hechos históricos que le concernían
y
habían
de
certificar~e
por Herrera.
El original de LA GuERRA DE Qu1To está repartido en
CCXXXIX capítulos, aunque por la numeracion-rec–
tificada desde el VI - solo resultan CCXXXVIII.
Estriba la diferencia en que, al numerarlos, se pasó P,ºr
·alto el que debía contarse CLXXXIX,
y
se le dió este
número al inmediato siguiente. Tengo para mí, sin em–
bargo, que dichos doscientos treinta
y
nueve capítulos
no son todos los que
á
LA GuERRA DE QuITo deb!a
comprender: en los CCXXVIII, CCXXXVI
y
CCXXXVII hay pasajes que parecen revelar en
el
autor
propósitos de ocuparse más adelante en sucesos relacio-