,.
oon
hombres
distinguidos por su sabiduria,
me
acerco
á
las
bn1.
11as, y
á
los
~n1nclfls
comerciantes; todo me ocupa, menos el Dios .
en quhm existo
y
es inseparable do mi-él me dice-¿Me olvi·
dah1?
Pues ahí te mando lln signn
ffe
mi poder.. Las dos hija11,
que te quedaban s<>m muerta!! con corto inten·alo-si no te
espan~
tas, duplicaré las
pl~as.
La
naturaleza ntt•ra tomará cnntrn
t~
la armas. Te háré conocer, que impunemente
no se
ofende
m1
omnipotencia.
¡QuE, mis hijas todas son muertas!
¡Anfro una supervivenreia
mas penosa,
qu~
el
fin,
que ya
me
seriá <le codsuelol Maria
An•
tonia
de
Au~tria,
arrastadit de las T.ulleriaR
á
la TorrP, no se ha..
IJó
eo tanta s11le.ta.1, como abismada: mi al'ma eo un mar insonda•
ble de pena.
¡Qué comp11ral'Íon cnn el aváro, que perdh en una
11o<·he toda su fortuna! R11ines pasi11ncs no pue<len CQm'parar
$
~
co11
h1
sublime
df'I
amor inspirado phr
Dios
y
la Natural za.
¡Es
el pensamiento una cualidad inherente en el alma?
Pues me pa–
rece que en la aplopt>jia del dolor se su-pendió el pensamient11.
¡Qué órde11 de ideas!
No
era P.osible.-Ya
roe
la figuro sentarlas
e • nmigo
á
la
mc~a.-Ya
en la cercanias de mi ca1,ruaje, sali<'n•
do alhagüeña
n r e' irn e...-
Y
bajo al sepul ro.
d1
nde reposan
...-tomo en 1 it1
ó
cráneos y les pregunt• ¿donde
está
\'uestra bellezu1
F.sto
untos
R
huec•)S
so11
111,
que ocuparon
hPrmosisimos ojos'! ••••
~·
•••• no,
no~
nu sois muertas,pucs auo
respiro.
QurnN ·no ha
dP.
pre!ltlmir q e mr dicina tan terrilile curaria
mi alma, rompiendo c1
'º
uu mundo, que solo me
ofr
cia tristes
desen~años.
No quedó tan espantado el Israelita
a
su regres<>
8.
la e1udad santa, concluida la cautividad¡ no lloró ta11tn sobre
)as
ruiuas •del templo, sobre destruidos palacios, 1Johre plazas cu•
biertas de salvaje yerba, cualos fueron mis j mirlos, despues de
una expa:triacion al regresa •
á
mi casa y familia.
¡Qué casal
No era la sui1tuosa habitaC'ion de mis abuelos, esqui!litamr nte
~dornada
por mi: Un miserable tugurio en que jarná habia
fi.
jado mi orgullo¡;a vista.
¡Qué familia!
El macilento árbol
CU•
yos preciosos frut11s devoraron las aves nocturnas, ántes que en
tiempo madurasen.
Solo hallo una infeliz, que con 11us lánguiclas
miradas me anuncia, que en las tempestades salvó el corazon,
para que en él leyese sus padecimientos
.
No
hay
una enfermedad tan peligrosa Mmo el apetito de
la
imajinacion, chocando con la repugnancia el gusto. Embria•
gad.o eo el to1·m nto; queriendo aniquilarlo
á
fuerza efe sentirlo;
teniendo. que coruesar ia
debi!id~d
de mis esfuerzos; me entre·