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bré culpas, errores sobre errores; el deseo turbulento de distin..

guirme, hace que publíque libros manchado!!, mas con la soberbia,

que con una vndadera impiedad. Este

fué

en mi concepto el

pri ner paso de los heresíarcas.

Empezaron

a

escribir por vani•

dad, ahngaron sus primeros sentimientos,

y

de abismo en abismo

llegaron

á

afianzarse en ideas absurdas, que al principio interior–

mente desmentian. Me quedaba una áncora: Dios, una alma in•

mortal, el pl·émio

y

castigo eran para mí verdades muy respeta·

bles.

¡Pero ah!

¿Qué otra cosa es el de1smo1

¡Qué cerca del

atheismo!

'

ME

toca el Eterno de un modo mas fuerte. En mi primer

viaje

á

la Francia, quisP multiplicar potl-'ncias

y

sentidos. No me

saciaba de placeres

y

delicias. Un dia en qu'e regrel'é de Versa.

lles, en carta inesperarla se me anuncia la muerte de mis dos hi–

jas Salesa

y

J nsefa.

¡Qné golpe tan tremendo! A los bellisimos

jardines. primorosos jut>gos de agua, majestuosos palacios, precio–

sas q11i11tas. teatrns encantadores, suaves

y

armoniosas músicas, ·

succede,con !nas prontitud que baja el rayo

de~prendido

de las nu–

be!!!, pena horrible, que

110

seria tan grande, si puediera dar de

ella corta ldéa . C'uatrr cartas e1 .tre las americanas indican mis

tra sportes. Dejo la Cor e y paso á la alta

y

fria Normandia.

Mas aguas arroja nti¡; ojos, que los cielos derralllan Pn In estacion

de tempes ades

y

luvias. Tres años

11

ré á mi hija J o efa-lá·

grimas que s ri n mejor e.rnpl

t•ada

s !a bando cvn ellas mis culpas.

Sí-esas cul

. , que tu bieron

p.or

muchos añt s levantada la es·

pada justi cierasvbre mi persona, c asa

y

familia.

EL

dolor siempre me acompaña. Busco el remedio, donde

hallarse no puede.

Separo obstinado la vista del oriente, de la

sa lud

y

de la luz.

Los elojios finjidos ó cie1tos por mis produc–

~iones

literarias; el agrado con que soy recibidv en ciurlades po.

pu losas; el trabajo diario en la majistraturi1; la . ••••• no manche

yo el papel con viles

é

inmundas membrias.-ld1J!os de barro

que se descascaran, se desmoronan, i;e acaban, sujetos

á

la muer"

te, á la fea vejez ¿pude loco anteponeros a la perfectisima belleza

de un Dios?

¡Ah qué insania!

UN tercer viaje á E111·11pa, despues de

vi~itar

segunda vez ese

asilo de la libertad, esa sábia madre de nuestros derechos, esa

patria del homb re, ese portento del órden social, que cimentaron

la pluma de F ra nklin

y

la espada de Washington, acaba de enlo–

quecerme, creyendo que valgo mucho, porque recibo las c ongra·

tu laciones

el e

l11s queb usca n compañeros en la impiedad.Ing late rra,

la Béljica , la H olaúda me conocen. Visito universidades, trato