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CAPÍTULO XVIII

79

su conciencia

y

por que algunos confesores se lo han man–

dado, viene a decir

y

a manifestar en este Santo

Offi–

cio, las cosas que sabe y las que vió

y

oyó el tiempo que

estuvo presa en las cárceles secretas

y

en la casa del Al–

cayde, del poco rrecato

y

falta de secreto que el dicho

alea

y

de Bartolomé de Pradeda guardaba en la

adminis~

tra.cion del dicho su officio,

y

lo que sabe es:

uQue luego que traxeron preso a las dichas cárceles se–

cretas, por las carnestolendas, a lo que se quiere acordar,

ele la quaresn1a próxima pasada, a un portugues mercachi–

fle llan1ado Antonio Cordero, para abclle de traer preso

pidió en presencia de esta declarante el dicho A.lcayde

a

su hija doña Juana, una aguja grande con un hilo de

acarreto, que dixo quera para traer un preso

y .

monta.lle

en una silla de manos que para el caso avía prevenido,

y

vió esta declarante que fué con la dicha silla

y

dos ne–

gros-suyos, el dicho Alcayde, entre las doce y la una del

dia,

y

de ay a un rrato vió ansinlismo esta declarante que

el dicho alcayde Bartolomé de Pradeda salió por la puer–

ta de

his

cárceles que sale a su casa, y en la cocina donde

- esta declarante estava y algunos negros de su servicio,

dixo a esta declarante que ya abia traído el preso y lo

dexaba en las cáreeles secretas

y

que lo avía sacado de

casa de Bartolomé de Larrea

y

que el preso hera un merca–

chifle portugues llamado Antonio Cordero, y para que

mejor lo conociese esta declarante, le dixo que hera un

mercachifle que los dias pasados avía entrado en casa del

dicho Alcayde en compañía de un pariente,

y

luego dixo

de un hermano de Agulla, un escribano, a quien en M.éxico

querían ahorcar por unos libelos, y por estas señas conoció

esta declarante quien era el dicho Antonio Cordero, por

que .de él había comprado ésta algunas cosas, como Iner–

cachiflé que andaba vendiendo por las calles.

Y

dijo an–

simismo a esta declarante el dicho A.lcayde que la prision

avia sido por unas palabras que avía dicho en la calle de

los Mercaderes el dicho Antonio Cordero, diciendo que qué

se le daba a él que aquellos perros judíos le quitasen la pe–

taca, y que eran unos perros judíos,

y

que él hera mas hom–

bre de bien que ellos

y

que le mirasen a la cara, que avia

de hacer que se acordasen dél

y

que por aquellas razones