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LA INQUISICION DE LIMA

rio Fr. Francisco Galiano, como espresasen que por tra–

tarse de un frances se hacia difícil la calificacion, se les

secuestró el peculio i se les metió en la cárcel.

Eusebio Vejarano, natural de Lima, residente

en.el

Cuzco; Juan de Valencia, platero, residente en Loja; An–

tonio Lesana, que desempeñaba el mismo oficio en Truji–

llo; ,Juan Ventura de Guevara., mulato, zapatero, residen–

te en Santa; Nicolas Fernandez, labrador, en San Márcos

de Conehucos; D. Cristóbal de Oña, natural de Sevilla,

i

establecido en Buenos Aires, donde se denunció: todos

los cuales fueron castigados como bígamos.

Fr. Pedro de Valenzuela, corista de San Agustín de la

provincia de Quito, que fué absuelto de la instancia por

no haberse comprobado su profesion solemne; Guillermo

Lemonier, clérigo, natural de Normandía, denunciado de

haber celebrado dos misas en un dia; Francisco José de

Osera, clérigo de Lima, de cuarenta i ocho años, que ha–

biéndose dado desde mui temprano al juego de los dados,

prorrumpía en blasfemias hereticales cuando la suerte le

trataba mal; Fr. Diego de Quiroga i Losada, relijioso do–

mínico, diácono, que se denunció de haberse huido varias

v~ces

de su convento de Lima i de haber dicho algunas

m1sas.

Juan Jerónimo del Valle, natural de Marchena, zapa–

tero, blasfemo; Francisco Estéban Canela, soldado, oriun–

do de Cabra, testificado de que afirmaba decir mas verdad

que la Vírjen; Juan Enriquez de Iturrizaga, clérigo, natu–

ral i vecino de Guancavelica, que se valia de brujas i sor–

tilejios para diversos fines.

Pedro de Abalos, natural de Santa Fe i residente en

Lima, de veintiseis años de edad, estando preso en la cár–

cel real se denunció al Santo Oficio de que hacia diez años a

que era esclavo del demonio, para probar lo cual refería que,

estando igualn1ente detenido en la cárcel de Quito por

una muerte que habia cometido, una india, su manceba, le

suministró un brevaj e,

i

que despues de un rato de haber–

lo bebido, se sintió mal de la cabeza, i entrando la india

a su calabozo, cohabitó con ella; que despues, al despertar,

se había encontrado boca abajo i sin su amiga, aparecién–

dosele de ahí a poco un hombre que le dijo era el diablo,