CAPÍTULO XX
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em.barcó para Estimirna, puerto de Efeso, donde fué obis–
po San Juan Evangelista, es del turco y tiene padres ca–
puchinos y jesuitas; despues se e1nba.rcó con unos merca–
deres para Constantinopla, ciudad mayor que Madrid seis
o siete veces, corte del gran turco, con un achnirable puer–
to; allí asistió tres años curando a los religiosos cristianos
y a las soltans, que son n1as de seis mil, que hay en su
palacio, que es 1nayor que Lima, con mas de cincuenta
jardines, donde no entra otro hombre mas que los
~unucos
que son negros todos, y aunque les cortan todas sus par–
tes verendas no se mueren, 1nostrando la experiencia
que los blancos se morían; curó al gran turco de la ceáti–
ca, con purgas y una ven tosa zagada; el cual le envió a
curar al despote de Bodaynca., reyno de G-recia, su tri–
butario, griego cismático, distante doscientas leguas, na–
vegando el Danubio desde Constantinapla una jornada
entra en el Mar Negro con quatro bocas, cada una de an–
cho de una legua; hizo la cura y volvió a Constantinopla, ·
donde cansado de curar peste, que allí casi es continua, se
en1barcó de .secreto en un navío ingles para Lisboa, lle–
vando cincuenta mil pessos en diamantes, perlas
y
otras
cosas,
y
presentó una lámpara a Nuestra
Señ~ra
de la
Peña de Francia, que está quinientos pasos de Lisboa; curó
un capitan español de Oádiz, que en un barco suyo trajo a
Castilla mas de doscientos mil pesos en ámbar, aln1izcle,
algalia, canela, clavos, pin1ienta
y
otras drogas, y éste se
embarcó 'con su caudal, oro y joyas; vinieron costeando,
entrando el capitan en cada puerto que quería; llegaron
a
,A ..
renas Gordas, donde tenia trato el capitan para entrar
los dichos géneros en dos galeones olandeses, para que
de noche los metedores entrasen los dichos géneros en la
ciudad; no hallaron los navíos, por que habían ido a hacer
aguada, causa de su ruyna, por que el viento sur eehó
el barco
a una ensenada a vista ele San Lúcar: donde fue–
ron dos
barc.osluengos del
Con~ulado,
y conociendo que
eran ele contrabando, lo rindieron, rnatando quatro de do–
ce que iban en él, y el reo quedó desconcertado la claví–
cula del hombro derecho, y de aquella riqueza levantaron
las dos partes, echando a el n1ar cuantos papeles halla–
ron, por que no se pudiera probar el hurto, en que perdió