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CAPITULO XVIII
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olores diversos, que recreaban los sentidos; ántes dél · es–
taba un tapete con cuatro blandones en que ardian quatro
hachas, todo a cargo de la devocion de la religion domi–
nicana, por mano del P.
F.
Ambrosio de Valladolid, pre–
dicador general de aquella órden y honesta persona del
Santo Oficio, a cuya causa se le encargó ésto. Dijéronse
muchas missas en este altar,
y
cesó el celebrar en él luego
que salió del Santo Oficio la procesion de los penitenciados.
"Luego subió al púlpito Martin Diaz de Contreras, se–
cretario mas antiguo,
y
habiendo hecho sus cortesías al .
Virey, Tribunal y señores de la R.eal Audiencia, y la se–
ñora Virreyna
y
demas señoras,
y
a los Tribunales y Ca–
bildos y religiones, leyó ·en voz alta, clara
y
grave, la
protestacion de la Fé. Y el Virrey hizo el juramento or–
dinario, como persona que representaba al Rey Nuestro
Señor, que Dios guarde. Y luego todos los señores de la
Real Audiencia, sala del Cl(Ímen y fiscales. Para él 1levó
la cruz y missal al señor Virrey, el licenciado Juan Rami–
rez, cura mas antiguo, y a los señores de la Real Audien–
cia, el bachiller Lúcas de Palomares, cura mas moderno,
ambos de la iglesia mayor, con sobrepeilices. El mismo
juramento hicieron los cabildos y el pueblo., alyando la ma–
no derecha, que con notable afecto
y
devocion, .en voces
altas respondió con duplicado a1nen al fin del juramento.
Inmediatamente subió al pülpito el padre Fr. J oseph ele
Cisneros, calificador de la Suprema, con su venera al cuello,
dignisimo comisario jeneral de san Francisco en estos rey–
nos del Pirú; predicó un sermon muy a propósito del in–
tento,
y
assí se imprimió.
uEl secretario Pedro de Quiroz Argüello subió luego,
y
leyó en voz inteligible la bula de Pio V, traducida en ro–
mance, que habla en favor de la Inquisicion
y
de sus mi–
nistros, y contra los hereges
y
sus fautores. Acabada, se
con1enzaron a leer las causas, dando principio a la lectura
el doctor don Juan Saenz de Mañozca, como abogado de
los presos del Santo Oficio. Siguiéronle los demas letores,
y
el primero, el doctor Bartolomé de Salazar, relator mas
antiguo de la Real Audiencia, clérigos, pre.sbíteros, reli–
jiosos
y
abogados,
y
otras personas graves,
y
de · auto–
ridad.