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¡.

CAPITULO XVIII

123

olores diversos, que recreaban los sentidos; ántes dél · es–

taba un tapete con cuatro blandones en que ardian quatro

hachas, todo a cargo de la devocion de la religion domi–

nicana, por mano del P.

F.

Ambrosio de Valladolid, pre–

dicador general de aquella órden y honesta persona del

Santo Oficio, a cuya causa se le encargó ésto. Dijéronse

muchas missas en este altar,

y

cesó el celebrar en él luego

que salió del Santo Oficio la procesion de los penitenciados.

"Luego subió al púlpito Martin Diaz de Contreras, se–

cretario mas antiguo,

y

habiendo hecho sus cortesías al .

Virey, Tribunal y señores de la R.eal Audiencia, y la se–

ñora Virreyna

y

demas señoras,

y

a los Tribunales y Ca–

bildos y religiones, leyó ·en voz alta, clara

y

grave, la

protestacion de la Fé. Y el Virrey hizo el juramento or–

dinario, como persona que representaba al Rey Nuestro

Señor, que Dios guarde. Y luego todos los señores de la

Real Audiencia, sala del Cl(Ímen y fiscales. Para él 1levó

la cruz y missal al señor Virrey, el licenciado Juan Rami–

rez, cura mas antiguo, y a los señores de la Real Audien–

cia, el bachiller Lúcas de Palomares, cura mas moderno,

ambos de la iglesia mayor, con sobrepeilices. El mismo

juramento hicieron los cabildos y el pueblo., alyando la ma–

no derecha, que con notable afecto

y

devocion, .en voces

altas respondió con duplicado a1nen al fin del juramento.

Inmediatamente subió al pülpito el padre Fr. J oseph ele

Cisneros, calificador de la Suprema, con su venera al cuello,

dignisimo comisario jeneral de san Francisco en estos rey–

nos del Pirú; predicó un sermon muy a propósito del in–

tento,

y

assí se imprimió.

uEl secretario Pedro de Quiroz Argüello subió luego,

y

leyó en voz inteligible la bula de Pio V, traducida en ro–

mance, que habla en favor de la Inquisicion

y

de sus mi–

nistros, y contra los hereges

y

sus fautores. Acabada, se

con1enzaron a leer las causas, dando principio a la lectura

el doctor don Juan Saenz de Mañozca, como abogado de

los presos del Santo Oficio. Siguiéronle los demas letores,

y

el primero, el doctor Bartolomé de Salazar, relator mas

antiguo de la Real Audiencia, clérigos, pre.sbíteros, reli–

jiosos

y

abogados,

y

otras personas graves,

y

de · auto–

ridad.