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LA INQUISICION DE LIMA

resolucion, habia partido

ya

de la Habana en direccion a

España, de1norándose de esta manera tanto en regresar a

Lima, que cuándo se quiso ejecutar lo resuelto contra

Gutierrez de Ulloa, éste habia ya n1uerto, segun hernos

visto.

De la visita, aden1a.s de los cargos contra los n1inistros

i

dependientes del Tribunal, habia parecido que para la

buena direccion i despacho de los negocios, se hacia nece–

sario dictar una série de providencias que Prado había

tenido cuidado de indicar a los miembros del Consejo.

Así, notaba que los criados de los comisarios i familia–

res no quedasen sujetos al fuero de la Inquisicion en cau–

sas criminales, corno hasta entónces había acontecido; los

testigos estaban en la costumbre ele no firmar sus deposi–

ciones; se exijia a los vecinos que con pretesto de dilijen–

cias del Santo Oficio, suministrasen indios, caballos i otras

cosas; se incluían en el libro de los l!enitenciados los nom–

bres de personas que no habían tenido delitos; se exijian

derechos exhorbitantes por los títulos de familiares; se

gaBtaba gran parte de las audiencias en el exámen de los

pleitos civiles tocantes a los oficiales de la Inquisicion, en

perjuicio de los negoeios de fe i de los presos de las cár–

celes; los bienes de penitenciados no se empleaban en

constituir alguna renta para cubrir los salarios de los em–

pleados; se admitían denuncios contra tereeras personas,

escritas muchas veces por mano ajena, que se daban por

bastantes con solo preguntar al denunciante bajo de Jura–

mento si aquello era verdad; los presos por causas de fe

continuaban llevándose a la cárcel pública; las abjuraciones

de let'i,

que hasta esos días se practicaban en los autos o

en las jglesias, debian en adelante tener lugar en la sala

de audiencia; para evitar toda comuniéacion entre los

pre~os

debía prohibjrse

a

los indios del alcaide que entra–

sen en las cárceles, etc. De este modo fué Ruiz de Prado

enumerando hasta treinta i un eapítulos que creía dignos

de considerarse para su reparo, i mui .especialmente el que

se asignase i pagase sueldo a los oficiales del Tribunal,

creyendo que de esta falta habia nacido en gran parte los

excesos del alcaide

i

demas ministros

su~alternos,

que en