CAPÍTULO XII
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acompañando a los Inquisidores hasta el Tribunal, habien–
"' do sido éste 11de los soblenes anetos
y
de mas authoridad
·que se ha hecho en las Indias, segun afirman los que se
han hallado en muchos."
Fuera de auto habían sido falladas hasta este tiempo las
causas de los reos siguiente
s:El licenciado Narvaez de Valdelom.ar, de Chile.
Fr. Bernardo de Gamarra, guardiun del convento fran–
ciscano de Areq'uipa, natural de Tordesillas, por un ser–
moil que predieó, en que afirmaba que si alguno entrába
en el cielo, habria menester particular revelacion, i por
otras tres proposiciones, que fué obligado a retractar.
Juan de la Portilla, soldado, que juraba por las orejas de
Dios.
Isabel Romero Ferrer, natural de Carmona, que habien–
do sido monja profesa, vivia en hábito de viuda, i que es–
ta.ndo amancebada, sostenía que no por eso dejaba de hacer
vida santa.
Isabel de Angulo, sevillana, mujer de un soldado, que
para que la quisiesen los hombres recitaba en voz baja las
palabras de la consagracion.
Isabel Cataño, italiana, que despues de haber sido pe–
nitenciada, hurtó un ara de altar.
Domingo de Arismendi, español, i Bartolomé de La–
gares, marinero, que afirmaba 11que siendo soltero i en
pagando, no se cometia pecado."
Fr. Dionisio Adarme, franciscano, que viéndose afiijido
por haber n1altrataclo a algunos compañeros, dió en re–
negar.
Juan de Herrera i varios negros, por lo mismo.
Juan Gutierrez de Perales, castellano, hombre de mala
lengua, que se afirmaba en que un comisario del Santo
Oficio era hereje.
l1.,r. Juan Maldonado, domínico, que abrigaba ciertas
doctrinas elásticas en cuanto a la castidad de sí mismo.
Manuel Rodriguez Guerrero, que en Tucuman sacó de
una iglesia a un hombre allí retraído, v0lviendo las espal–
das al Santísimo Sacramento.
Por blasfemos, Pedro Palomino, colejial, de dieziseis
años~
Juan Sanchez, tratante, Francisco de Hervas Sar-