CAPÍTULO X
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pusicion ordinaria tenia una gran calentura, porque no se
pudiesse decir que dejava de yr al dicho acompañamiento,
siendo general la pena de las censuras que habían puesto,
y estube en el dieho auto el tiempo que mi disposicion
dió lugar a ello y en el assiento que me pareció que
convenia respecto de lo referido, de todo lo qual y de otras
particularidades que passaron en el discurso de ella cons–
tará a Vuestra Magestad por los autos y testimonios que ,
embio, los quales suplico humildemente a Vuestra Mages–
tad mande ver, por ser el mas grave negocio que a suce–
dido en este Reyno y en que todos tienen puestos los ojos
y que mas conviene al servicio de Vuestra Magestad y
auctoriclades de los que le representan y que se provea
cerca de ello lo que convenga, con la demostracion que el
caso pide, y lo mismo para lo de adelante.
uQuando el año passado entraron en esta mar los di–
chos tres navíos de yngleses, yendo la mar abajo, toma,..
ron un navío nombrado la
Lucía,
donde yba un marinero
Gonzalo de Ribas, antiguo en esta costa, al qualllevaron
los dichos yngleses consigo, y tomaron; entraron en el
puerto de Payta,
y
lo dejaron allí,
y
como refiero en otras
cttrtas, quemaron las casas de él, y por sospecha que se
tubo de que el dicho Gonzalo de Rivas había sido causa
de ello, el teniente de correjidor de el dicho puerto, ha–
biéndole _tomado su declaracion
y
fecho ciertas diligencias,
me lo embiaba preso por tierra, porque viniesse a esta
ciudad con mas vrevedad, para que yo entendiesse de él
]a fuerza y dicinios de los dichos yngleses, y otras parti–
cularidades que conviniessen, porque era aquella la sazon
que con maior cuidado se hacían y convenían hacer pre–
venciones,
y
habiendo comenzado a caminar para esta
ciudad el dicho Gonzalo de Rivas, preso, le mandó volver
fray Pedro Martinez, de la Orden de la Merced, comisario
de el Santo Oficio, para embiárse]o en un navío, para lo
qual mandó a un familiar que estava en el dicho puerto,
que era Gabriel de Miranda, contador de la hacienda de
Vuestra Magestacl, que detuviesse uno que habia llegado
allí, y aunque el dicho teniente le escrivió al dicho comi–
ssario que mirasse el inconveniente que se podía seguir
del detenimiento del dicho Gonzalo de Rivas, con todo