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CAPÍTULO X

237

pusicion ordinaria tenia una gran calentura, porque no se

pudiesse decir que dejava de yr al dicho acompañamiento,

siendo general la pena de las censuras que habían puesto,

y estube en el dieho auto el tiempo que mi disposicion

dió lugar a ello y en el assiento que me pareció que

convenia respecto de lo referido, de todo lo qual y de otras

particularidades que passaron en el discurso de ella cons–

tará a Vuestra Magestad por los autos y testimonios que ,

embio, los quales suplico humildemente a Vuestra Mages–

tad mande ver, por ser el mas grave negocio que a suce–

dido en este Reyno y en que todos tienen puestos los ojos

y que mas conviene al servicio de Vuestra Magestad y

auctoriclades de los que le representan y que se provea

cerca de ello lo que convenga, con la demostracion que el

caso pide, y lo mismo para lo de adelante.

uQuando el año passado entraron en esta mar los di–

chos tres navíos de yngleses, yendo la mar abajo, toma,..

ron un navío nombrado la

Lucía,

donde yba un marinero

Gonzalo de Ribas, antiguo en esta costa, al qualllevaron

los dichos yngleses consigo, y tomaron; entraron en el

puerto de Payta,

y

lo dejaron allí,

y

como refiero en otras

cttrtas, quemaron las casas de él, y por sospecha que se

tubo de que el dicho Gonzalo de Rivas había sido causa

de ello, el teniente de correjidor de el dicho puerto, ha–

biéndole _tomado su declaracion

y

fecho ciertas diligencias,

me lo embiaba preso por tierra, porque viniesse a esta

ciudad con mas vrevedad, para que yo entendiesse de él

]a fuerza y dicinios de los dichos yngleses, y otras parti–

cularidades que conviniessen, porque era aquella la sazon

que con maior cuidado se hacían y convenían hacer pre–

venciones,

y

habiendo comenzado a caminar para esta

ciudad el dicho Gonzalo de Rivas, preso, le mandó volver

fray Pedro Martinez, de la Orden de la Merced, comisario

de el Santo Oficio, para embiárse]o en un navío, para lo

qual mandó a un familiar que estava en el dicho puerto,

que era Gabriel de Miranda, contador de la hacienda de

Vuestra Magestacl, que detuviesse uno que habia llegado

allí, y aunque el dicho teniente le escrivió al dicho comi–

ssario que mirasse el inconveniente que se podía seguir

del detenimiento del dicho Gonzalo de Rivas, con todo