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204

LA INQUISICION DE LIMA

go .... y así no hay con ellos mas parte ni favor .de cuan–

to uno sea de su tierra, amigo, allegado o criado.

tr

22

La jeneralidad del pais, para quien, como los inquisi–

dores tenian +a franqueza de confesarlo, se habian hecho

aborrecibles, habria deseado sin duda acusarles sus abusos

i

estorsiones; pero nadie se atrevia temiendo que mas tar·

de o mas temprano pudiesen caer bajo la férula inquisi–

torial. La esperiencia justificaba con

dmnasí~

esta verdad

en los casos de aquellos que con poca discrecion se habian

permitido jactarse de que harian uso de sem.ejante proce–

der. Pero tanto fueron creciendo las arbitrariedades i es–

cándalos de Gutierrez de Ulloa, que al fin el Consejo no

pudo ménos de informarse de lo que estaba ocurriendo en

el Perú por algunos que con grandes gastos se traslada–

ron a la misma corte o por medio de comunicaciones que

con todo secreto i arrostrando consecuencias, algunos har–

to agraviados hicieron llegar a su noticia.

En efecto, un clérigo llamado Gaspar Zapata de Men–

doza (para no citar mas de su testimonio) natu.ral de Lo–

ja, que se titulaba procurador jeneral del clero del virei–

nato, se presentó en Toledo al Inquisidor jeneral para en–

tregarle un memorial en que iban consignados ciertos

agravios que pretendia hacer valer contra los miembros

del Santo Oficio de las provincias de que acababa de lle–

gar. Era él,

~egun

decia, sobrino del Obispo de Palencia

e hijo 4e Fernando de Cárdenas, soldado que hctbia ser-

, vido al rei mas de cincuenta.aflos en Méjico

i

en el

Pe~ú,

con grandísimos riesgos de su vida i no ménos gasto de

su hacienda. Mas cuando arribó a España habia ido por el

correo, cosa que sin eluda él ignoraba, un oficio de los in–

quisidores a quienes iba a acusar, en que se daba cuenta de

haber sido procesado por algunas proposiciones

i

porque

siendo fraile profeso de la Orden de San Agustin, se hu–

i

apostató de eUa i yendo en hábito de lego se casó i

veló publicamente en la isla i ciudad de Santo Domingo,

siendo sentenciado a abjurar

de levi

i a estar recluso un

año en un convento de Arequipa. Faltábanle solo cinco

22.

Carta

de 22 de marzo de

1577.

Debe recordarse que el autor del

denuncio solo fué desterrado siete años despues de escrita su carta.