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INQUISICIÓN DE CHILE
en auto público
y
de oir allí la lectura de sus sen–
tencias. No pasó lo mismo con una mulata, hija
de negro
y
de india, llamada Juana de Castañeda,
digna émula de Garnacha la Montilla, de que nos
habla Cervantes, que salió en el auto que tuvo lu–
gar el domingo 10 de Diciembre de 1600.
Era la Castañeda una mujer casada> natural de
Valdivia, aunque residía en el Callao,
y
contaba en
la fecha en que hubo de parecer ante sus jueces la
edad de treinta
y
dos años .
Otra mulata la denunció de que cierto día, á las
doce, la había visto en compañía de otras dos mu–
jeres, de rodillas delante de la imágen de Santa
Marta> «Con dos velas de cera encendidas,
y
que la
había dicho que estaba rezando
á
Santa Marta,
y
que todas las veces que la conjuraba, luego saca–
ba á su marido de la cárcel,
y
que callase la boca,
que ella la enseñaría,
y
que la que la descubriese
la había de matar, aunque la trujesen ante Nos,
dicen los Inquisidores, porque no hacíamos sino
preguntar
y
no atormentar;
y
que si la traían ante
Nos, que había de negar,
y
que en saliendo había
de matar á quien la descubriese;
y
que el testigo
lo había contado á otras negras
y
ellas lo habían
dicho á la reo, la cual le había dado una cuchilla–
da por la cara,
y
vino á hacer la denunciación
estando herida, en 9 de Septiembre de 99. Después,
en 20 de Febrero ele 1600, vino el dicho testigo
á
decir cómo la había dicho la dicha reo si quería
un poco de úra para traer consigo , porque era
buena para que los hombres con quienes tratase
deshonestamente la quisiesen bien,
y
diciéndole
que sí, había sacado del pecho un poco de ára, que