CAP. XVI-ALGUNOS FRAILES SOLICITANTES
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acabada la confesión, le había dicho que se espan–
taba de ella, siendo de edad, como decía, que no
conocía, hombre,
y
que él había confesado otras
mnjere!:f menores y le decían grandes pecados con
hombres, y que si lo quería á él, que él la serviría
toda su vida,
y
que en saliendo de casa de suma–
dre le enviase á llamar> diciendo se quería confesar
con él,
y
que entonces tendría cuenta con ella en
la casa,
y
le verfa á él sus carnes que eran muy
blancas
y
él vería las ele ella si eran como las su–
yas; que por qué no le quería, que era muy gentil–
hombr·e, que le quisiese mucho, y que mirase que
esto le mandaba en confesión, y que surgiese
(sic)
y
que no le dijese á su madre ni á nadie; y elijo el tes–
tigo que parlando estas cosas la había tenido en el
confesonario mucho tiempo, hasta que se había
amohinado y salídose de él. Estas dos testig·os es–
tán ratificadas y el Comisario dice en abono ele
ellas al pié del primer testigo lo siguiente: «Esta
señora doña Cándida es muy principal y honrada
mujer de don Francisco ele Zúñiga, vecino enco–
mendero desta ciudad de Santiago: ceeo dic'e ver–
dad,
y
lo mesmo digo de su hija doña Constanza.–
Et Licenciado Melclwr Calderón.»
«Demás desto, el Prior del convento de Santo Do–
mingo ele la dicha ciudad, hizo contra el reo una
información con siete frailes mozos del dicho con–
vento, é les miraba las rayas de las manos y les
decín. por ellas que en las nalgas tenían ciertos lu–
nares y señales, que se los mostrasen>
y
dos de
ellos dicen que estando con él á solas les había
querido alzar las faldas, y el uno añade que con
achaque que le quería ver unos azotes que le ha-