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CAP. XVI-ALGUNOS FRAILES SOLICITANTES

401.

acabada la confesión, le había dicho que se espan–

taba de ella, siendo de edad, como decía, que no

conocía, hombre,

y

que él había confesado otras

mnjere!:f menores y le decían grandes pecados con

hombres, y que si lo quería á él, que él la serviría

toda su vida,

y

que en saliendo de casa de suma–

dre le enviase á llamar> diciendo se quería confesar

con él,

y

que entonces tendría cuenta con ella en

la casa,

y

le verfa á él sus carnes que eran muy

blancas

y

él vería las ele ella si eran como las su–

yas; que por qué no le quería, que era muy gentil–

hombr·e, que le quisiese mucho, y que mirase que

esto le mandaba en confesión, y que surgiese

(sic)

y

que no le dijese á su madre ni á nadie; y elijo el tes–

tigo que parlando estas cosas la había tenido en el

confesonario mucho tiempo, hasta que se había

amohinado y salídose de él. Estas dos testig·os es–

tán ratificadas y el Comisario dice en abono ele

ellas al pié del primer testigo lo siguiente: «Esta

señora doña Cándida es muy principal y honrada

mujer de don Francisco ele Zúñiga, vecino enco–

mendero desta ciudad de Santiago: ceeo dic'e ver–

dad,

y

lo mesmo digo de su hija doña Constanza.–

Et Licenciado Melclwr Calderón.»

«Demás desto, el Prior del convento de Santo Do–

mingo ele la dicha ciudad, hizo contra el reo una

información con siete frailes mozos del dicho con–

vento, é les miraba las rayas de las manos y les

decín. por ellas que en las nalgas tenían ciertos lu–

nares y señales, que se los mostrasen>

y

dos de

ellos dicen que estando con él á solas les había

querido alzar las faldas, y el uno añade que con

achaque que le quería ver unos azotes que le ha-