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CAP. XIV-·LOS PlUMEROS AUTOS DE

FE

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favor de ella, que una cosa la pedía y era que le hi–

ciese merced de que él estaba aficionado ele una

sirvienta de la dicha mujer, que se la enviase al

monasterio , que

la

trataría bien y vestiría, (la cual

era india), y que la dicha mujer le elijo que no

quería, y se levantó para se ir, y él la dijo que no

se fuese, que quería parlar más y que la confesaría,

y ella dijo que no se quería confesar, que le había

quitado la devoción, y se fué ; y que otro día se fué

á un monasterio ele monjas y le halló allí y se re–

concilió con él, y que él en la reconciliación la dijo

que no hiciese caso de las palabras que la había

dicho el día antes , por haberlas dicho como hom–

bre viejo

y

amigo ele parlar ... »7

«El dicho fray Andrés de Argüello en la primera

audiencia. dijo ser de edad de sesenta y cuatro años,

y que ha tenido

á

todo su linaje por cristianos vie–

jos, y que no ha sido penitenciado, etc., y que era

cristiano baptizado, y bachiller en cánones, y que

oyó algún tiempo teología en Salamanca, y que

vino al Nuevo Reino por maestrescuela, y que de–

jando la prebenda, se vino á Quito y tomó el hábi–

to de San Francisco, y se nombró fray Andrés ele

Argüello, habiéndose llamado hasta allí Ginés Ca–

rrasco de Tapia, y que queriéndose venir del reino

de Chile á este del Perú, pidió licencia al provin–

cial, diciendo que tenía que tratar algunas cosas

en este Santo Oficio, aunque no tenía tal, y que le

clió la licencia. »

7 No ponemos aquí otras muchas cosas de que este fraile fué acu–

sado, porque según, la expresión de uno de los testigos, «es vergüenza

decirlas ni aún pensarlas.»