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L.\.S I LAS FILIPIN.\.S
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Salcedo, se declaró enemigo suyo, no sólo en la nao
en qno Yini.eron, donde fué esta enemistad pública,
sino ele pués acá, continuada hasta agora con la mes–
ma pul>liciclach .
Patornina quiso naturalmente continuar en Mani–
la
la
Yida disipada que había llevado en I\Ióxico, pero
tropezó alli con el gravo inconYeniente do que el
provincial Qnixano no -lo quiso dejar , alir á desho–
ras del c01wonto, orden en la que os ele suponer Pa–
ternina creyó columbrar la mano del gobernador
Salcedo.
·La Yida que Paternina lleYara en España no
había sido tampoco
más
edificante; á cuya falta de
conducta so unía un caeaclee naturnlmonte Yenga–
tivo
y
una ignorancia supina. Dástenos, respecto ele
alguno ele o to punto·, citar las fea es
iguientes
ele dos documentos en que . e le pinta con aquellos
colore$: ... «un hombro apó ' tata alguno
::u-ws do su
religión, como os púl>lica voz
y
te tiflean muchos
religiosos de su proYincia ele Castilla,
y
que es teni–
do por tan corto en lo aclqui.' ito como en lo natural,
Yarón que su cloflnitorio por dos Yecos peopuso al
Santo Tril>unal de México para que lo quiLasen el
ofleio, recolando padecer descrédito por los yerros
(1ue prcYoia.)>
Protestó yengaro (do Salcedo), dice otro, «como
lo ejecutó en el padre Fr. Cristóbal do Leó n, religio–
so preeminente de su propia profesión, que porque
en una ocasión le elijo que era indigno de ocupar
tan rele\·ante cargo, por haber sido apóstata en ella,
porque fué condenado á galeras por el General de
su Orden cuando Yisitó los conyentos de Castilla la