EN EL RÍO DE LA PLATA
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veinte dias en la ciudad, falto de gente, sin los dine–
ros suficientes y obligado todavía á guardar secreto,
sin poder confiarse
á
las justicias y autoridades he-:–
churas de Aguirre, que, de seguro, no·!@ auxiliarían
en su empresa contra su jefe.
Las noticias que supo de algunos soldados que
habían llegado á la ciudad desde Tucuri1án no eran
por cierto muy tranquilizadoras. Asegurábase que.
Aguirre había aumentado la guardia de su per–
sona, y que en la ciudad del Estero levantaba una
casa fuerte, con foso y contrapared, cuyas despensas,
llenaba de maíz; que de Chile le habían enviado
UI~él.:
pieza de artillería, y que su_yerno Francisco de Go–
doy se preparaba á ir en su socorro con algunos
hombres que había reunido en Coquimbp. A
~ayor
abundamiento, 1eníase ya so!3pechas de'! motivo del
viaje del errlisario del Virrey, y como era de esperar–
lo, dadas las condiciones de Aguirre, no era proba–
ble que éste se prestase de buen grado al obedeci-
miento de la orden que aquél llevaba.
.
Arana tenia ya resuelto, en vista de. todo esto, re- ·
gresarse
á
Lima, cuando) mudando de propósito,
pensó que el único ·medio que las circunstancias le
aconsejaban era dar de mano, por 1o menos en par–
te, á las instrucciones que se le habían entregado
y
buscar
eR
su industria, con rnafía más que con fuer–
za,
el
llevar á cumplido término su cometido.
Comenzó desde luego para este intento por redu–
cir al deán y provisor de la. Plata, el doctor Urquizu,
, á que revocase la provisión que había otorgado at'
padre Payán para vicario de
Tucum~n,
por ser
amigo de Aguirre, y que en su lugar nombrase al
padre Vergara, que mostraba gran celo en todo lo que
éra menester
para
él
~as'ó.