CXXXIV
LA INQUISICIÓN
tario de este Santo Oficio, que lo es don Matias So–
lana, regidor perpétuo de esta dicha ciudad, á tornar
declaraciones sobre lo referido á varias personas,
así seculares corno eclesiásticas, sobre este punto,
aquellas que pareció podían haberse hallado,
ó
por
sus empleos, ó por la frecuencia á dicha iglesia
ó
festividad al referido convento, especialmente á don
Ignacio Cevallos, alguacil mayor ele este Santo Ofi–
cio, por venir nominado en dicha comisión, y 1oclos
unánimes y contextes vinieron en qne había dicho:
«Que María Santísima era la yegua blanca de Rúa
en que paseaba el Santísimo Sacramento>>.
Y
que
había ailadido «que los evangelistas eran caballos de
lazo)); pero que no saben á qué propósito lo trajo en
dicho sermón,
y
que el paschín que se les mostró de
mi orden por dicho notario en su declaración, era el
mismo que salió al otro día de predicado el sermón
en diferentes partes públicas de este pueblo; el cual
paschin me lo remitió dicho santo Tribunal de Lima
para que por él examinase los testigos de la sumaria
que sobre este punto había de hacer. De dicho pas–
chín sólo tengo en la memoria decía «que haciendo
de yegua á María, al Padre lo hacía caballo,
y
al
hijo potrilla)). Así acababan todas sus declaracio–
nes, conque en los muchos sermones que habían
oído á dicho padre, movían más
á
risa que á edifi–
cación del pueblo, siendo numerosos los concursos
de gente á ellos, que como Ya á algunafar. a ó come–
dia, concurrían más que
á
recibir buen ejemplo de su
doctrina, á un rato de zumba y divertimiento, porque
en ellos nombraba por sus propiosnombresádiferen·
tes personas ele su religión
y
legos ridículos, como
á
otras personas de este jaez del pueblo, conque mo–
ti,.raba á carcajadas de risa al auditorio;
y
que le ha-