CXXXII
LA INQUISICIÓN
lo posible de mi parte y con avisar
á
V. S. para que
haga lo que yo no puedo y á V. S. le es tan fácil,
como arrancar de aquí esta mala semilla nefaria de
éstos sus malditos descomulgados, despreciadores
de descomuniones, fautores de herejías, eRemigos
de obispos y de inquisidores, porque hay hombre
entre ellos á quien le oí decir que los inquisidores
eran capa. de maldades, y porque hice lo que debí
contra él por esta gran desverguenza, me ha hecho
cruel persecución. Llamase éste Ambrosio de Mora–
les Alao, portugués; y los nombres de los demás que
ha de hacer parecer ante sí V. S., son don Gregario
de .Hinestrosa, Sebastián de León, Rodrigo Ortiz,
Diego ele Olavarri, Pedro de Gamarra, Francisco de
Vega, Antonio González, don Fernando Zorrilla; y
de los eclesiásticos, .Hemando Sánchez del Valle,
canónigo privado; don Diego Ponce de León, teso–
rero privado; y de los religiosos, -el padre Laureano
Sobrino, Juan Bautista Manquiano, Cristóbal de
Grijalva, Manuel Bertol; y los curas de las dotrinas
de las provincias del Pamná y Uruguay, que todos
son de la Compañía ele Jesús, intrusos contra el Con–
cilio Tridentino y contra el patronazgo real, y sub–
repticios descomulgados, irregulares, despreciado–
res ele censuras, y son los que han enseñado á los
indios las herejías sobredichas y causadores de tan
enormes lesiones al Hey, nuestros señor, é Iglesia,
que montan cada año más de millón y medio, como
más largamente consta por los informes, relaciones,
instrumentos é informacione's que van con ésta, que
ruego á Nuestro Señor lleguen á mano de V. S. pa–
ra que me la dé para el remedio de tan acerbos ma–
les, como lo espero en Nuestro Señor, el cual guar–
de á V. S. para defensa y amparo ele su santa fee; y