~éi.V
LA INQUÍSICIÓN
escribanía
ó
cajilla de papeles que el difunto tenía,
y
haciéndola aforrar, tomando la llave, la mandó
guardar. Estos papeles con otros que había dejado en
su casa en Santiago del Estero será necesario que
con tiempo se recojan antes que se pierdan: V. S.
verá lo que más conviene.
. Advierto que toda la· hacienda que aquí se halló
suya, de carretas, un coche, mulas, caballos, bue–
yes, plata. labrada, reales, dos cadenas de oro, que
pesaban más de tres libras, todo lo embargó y cogió
el señor Obispo, y despachó . luego á Santiago del
Estero á hacer lo mismo de lo que allá tenia, que en
materia de cudicia puedo decir con verdad que mi
religión tiene la fama, y este perlado los hechos, con
que en esta parte he dicho mucho, aunque, si pa'rti–
cularizara, se entendiera mucho más. Al tiempo lo
dejo, gran parlero de secretos.
Y si
radix omnium malorum est cupiditas,
como
dijo el apóstol, bien se sigue lo que en breve apun–
taré paJ'a que este
S~nto
Tribunal vele
é
yo cumpla
.de m.i part.e con
erl
celo santo que por espacio de
treinta y ocho años de religión he v'isto y aprendido
en mi madre la Compañia en materia de reforma–
ción de costumbres y entereza de la fee, siendo siem–
pre un marti,JJo contra los transgresores desto.
Hablo solamente con ese Santo Tribunal. Desde
que este perlado entró en su obispado, que habrá
cosa de dos meses, corñenzó á decir y á hacer cosas
que todos,
uno ore,
dicen que es y ha de ser una pes–
te, castigo y azote cruel
in wtroque homine
de estas
. tierras .
S·u común vestir es de un ordenante arrufaldado,
pero muy galán y pulido; una media
sota~1illa
con
muchos botones, aunque desabotonada de la cintura