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XXXIX
clérigo que notificó al reo el mandamiento), y que
yendo á su gobernación de Tucumán le habían no–
tificado un mandamiento del dicho obispo de los
Charcas, después de sentenciada su causa, con cen–
suras y había respondido que el obispo se dejase
de aquellas excomuniones, que ya estaban en tierrra
larga,
y
al clérigo que se lo notificó le dijo: si yo
mato á un clérigo ¿,qué pena
tendré~
(5.
0 ,
seis tes–
tigos, que fueron de los desarmados) que yéndose
á su gobernación después de su sentencia, encontró
con ciertas personas ele las que se habían hallado en
su prisión cuando le prendieron por el Sancto Ofi–
cio y les quitó las armas que lleYaban y ciertas car:..
tas y despachos que traían para el Visorrey de es–
tos reinos, y escribió cartas desacatadas contra el
Presidente y oidores de los Charcas; y en una car–
ta que escribió al dicho Presidente daba á entender
que sus negocios no habían sido nada; que hizo
pregonar en la gobernación de Tucumán que des–
terraba á todos los que se hallaron en su prisión de
la dicha gobernación y mandó que saliesen de ella,
so pena de la vida;
(6.
0 ,
los dichos seis testigos de·
auditu)
que estando excomulgado por no haber obe–
descido el dicho mandamiento de que arriba se hace
mención, había dicho á un clérigo que le dijese mi–
sa; (7.
0 ,
un testigo solo de todo esto) y que dicien–
do á un clérigo cierta persona que dijese misa,
él había respondido que como se absolviesen los
excomulgados, que él la diría, y diciendo al reo lo
que el clérigo decía, había dicho que el Papa no le
podía excomulgar á él, que la misa que decía el
dicho clérigo no valía nada, y que diciendo al reo
que se saliese del pueblo porque estaba excomul–
gado y no querían decir misa delante de él, había