EN EL RÍO DE LA PLATA
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Desde ese momento, Aguirre determinó ponerse
en camino para el territ;orio cuyo mando se Je en–
·cargaba y que por aquel entonces se hallaba en el
más deplorable estado. Los indios se habían suble–
vado y muerto á muchos de los pocos españoles que
por allí andaqan; los pueblos por ellos fundados ha–
bíán sido destruidos, quedando en pié sólo Santiago
del Estero, donde permanecían encerrados, aunque ·
faltos de todo y sin esperanza de socorro, unos cuan–
tos soldados.
Aguirre despachó desdo lueg·o de la Serena á su
hijo mayor, que con sólo ocho homb1;es logró llegar
á
la ciudad para alentar á lo.s sitiados con el aviso
del próximo arribo del gobernador su padre. Este,
en efecto) penetrando por la tierra de guerra, libraba
una ba1alla á los· indios rebelados, derrótándolos
con pérdida de uno ele sus hijos y cuatro soldados,
habiendo salído herido él ·y otros dos ele sus hijos;
Desde los Charcas, entretanto, se acababa de enviar
con alguna gente al capitán :Martín ele Almendras,
la que, habiendo perecido éste á manos ele los indios,
fué á reunirse con la que ya estaba en Santiago.
Deseoso Aguirre do fundar un pueblo en las ve–
cindades del iVIar del Norte «para que por allí todo
este reino del Perú se tratase, y se pudiese con facili–
dad ir á Espafla,)) púsose en camino hacia el oriente,
1lcYanclo ciento veinte hombres y quinientos caballos;
pero cuando se hallaba ya á quinee leguas del sitio .
en que pensaba fundar, esperando por momentos
un ataque de los indios que habitaban aquellos sit;ios,
amoLináronse á media noche los soldados de Almen–
dras y ottos que iban con miedo,_ pareciéndoles
c<quo eran _muchos los indios con quienes tenían que
pelear, y gri1ando: «ViYa el
genm~al
Jerónimo de Hol-